Llevo cuatro días desconectado de la red y es como si me faltara una parte de mi cuerpo. Soy un convidado de piedra en los acontecimientos que se suceden a diario, sin poder opinar, responder, discrepar, como ausente de la historia. Acostumbrado, durante todo un año, a asomarme por la mañana a esa ventana anaranjada de mi Rincón diario, y desde la que solía hacer una discreta aportación subjetiva de mis sensaciones diarias, ahora, debido a nuestra dependencia de la técnica, me está siendo imposible realizarlo.
El gran problema de las personas, es que somos propensos a encariñarnos. Hasta hace poco, lo normal es que lo hiciéramos con nuestros semejantes, también con nuestras mascotas, nuestros enseres, etc., pero desde hace un tiempo hemos llegado a incluir en esta relación afectuosa a nuestros inventos tecnológicos. ¡La que se organiza en casa cuando se avería la lavadora, o el dichoso frigorífico deja de enfriar! Hasta esta semana no he comprobado el efecto que produce quedarte descolgado de Internet. La sensación de frustración y ahogo que acontece, sólo es comparable con la que deben de sentir las personas sordomudas, aunque ellas, por fortuna, tienen a manos el lenguaje de signos que, de momento, nosotros, los desenganchados de la red, no hemos logrado solucionar.
No sé cuando se solventará el problema, ni si después de arreglado quedará margen para continuar con lo empezado. El desafecto es doloroso y el reinicio costoso. Estoy tan acostumbrado a valerme por mí mismo que cuando dependo de los demás me inquieto. Ahora estoy en manos de la técnica y espero estar en forma para cuando esta concluya su trabajo. Sólo me resta esperar y asomarme a la esquina, a ver si veo llegar el futuro.
El gran problema de las personas, es que somos propensos a encariñarnos. Hasta hace poco, lo normal es que lo hiciéramos con nuestros semejantes, también con nuestras mascotas, nuestros enseres, etc., pero desde hace un tiempo hemos llegado a incluir en esta relación afectuosa a nuestros inventos tecnológicos. ¡La que se organiza en casa cuando se avería la lavadora, o el dichoso frigorífico deja de enfriar! Hasta esta semana no he comprobado el efecto que produce quedarte descolgado de Internet. La sensación de frustración y ahogo que acontece, sólo es comparable con la que deben de sentir las personas sordomudas, aunque ellas, por fortuna, tienen a manos el lenguaje de signos que, de momento, nosotros, los desenganchados de la red, no hemos logrado solucionar.
No sé cuando se solventará el problema, ni si después de arreglado quedará margen para continuar con lo empezado. El desafecto es doloroso y el reinicio costoso. Estoy tan acostumbrado a valerme por mí mismo que cuando dependo de los demás me inquieto. Ahora estoy en manos de la técnica y espero estar en forma para cuando esta concluya su trabajo. Sólo me resta esperar y asomarme a la esquina, a ver si veo llegar el futuro.
Estás enganchado Manuel y, además, las cosas de la técnica están envueltas de misterios inexplicables fuera de toda lógica...
ResponderEliminarJajajaja...No llego a esos extremos, Javier, aunque no es fácil sustraerse a esa tentación, como bien dices, la técnica encierra "encantos" tan especiales como para hacerte un esclavo de ella. Por fortuna, este no es mi caso.
ResponderEliminarUn saludo.
Ufff,Manuel como se le echa de menos ,parece que falta algo ,su blog está vacio ,hoy estuve en un mitin y me acorde ,queria consultarle si conocia a unos de los oponentes ,ya habrá oportunidad si Dios quiere mientras tanto ,a esperar,saludos .
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