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viernes, 9 de septiembre de 2016

Franquistas recalcitrantes




La democraciano no cala en estos individuos, por eso ellos solucionaron la imposición de su régimen con la efectiva "terapia" de los fusilamientos. 







Han pasado casi cuarenta y un años de la muerte del dictador. Los políticos dijeron que entrábamos en una nueva etapa y que si queríamos la democracia, todos teníamos que ceder para conseguirla. Y los familiares de las víctimas se lo creyeron y escondieron sus pañuelos para que nadie se sintiera ofendido por su llanto. Los represaliados ocultaron sus heridas para que la visión de las cicatrices no imposibilitara la empresa.
Y así, día tras día, mentira tras mentira, la democracia se fue levantando sobre la espalda de los “perdedores”, a costa de dejar tirado en el camino montones de ilusiones. Algunos de los “vencedores” entendieron que para seguir mandando era necesario aceptar "algún cambio", y se apuntaron al circo de la democracia y –¡paradojas de la vida!-, a dar lecciones de ella.
Con el paso del tiempo se vio que el invento fue un engaño: la democracia falló y –como Lampedusa predijo-, prácticamente siguen mandando los mismos y recordándonoslo de vez en cuando.
Este es el ambiente en un nostálgico restaurante  de la muy franquista Galicia. ¿Consentirían algo semejante en Alemania?   
Lo peor de todo es que mientras estos seres antidiluvianos se llenan de ácido úrico atiborrándose de mariscos, los huesos de los defensores de la democracia siguen pudriéndose en inmerecidas cunetas.   El cuento de la democracia es muy bonito, pero yo sigo sin creérmelo





          

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