The Dixie Chicks
Surgieron a principios de los años 90 del pasado siglo. Para
mí eran y son (y ahora se les reconoce) un grupo de rock que hacen música
country, con tanta perfección que ha llegado a confundírsele. Lo tenían todo:
magníficas voces, poderosos registros, perfecta conjunción vocal, virtuosismo
instrumental, que les permitó revolucionar el estancado mundo de la
música popular americana. Eran las que más discos vendían en el país y las que
más premios recibían (39 discos de Oro; 2 discos de Diamante; 8 premios Grammy,
etc., hasta que un día se atrevieron a criticar la política errante de Estados
Unidos en Irak. Entonces surgió en ese país, “adalid de la libertad y la democracia”, el
espíritu larvado de macarthismo y las hasta hace dos días reinas del country,
fueron sometidas al acostumbrado ataque de las empresas discográficas y
radiofónicas: anulación de contratos, boicot en los programas de radios,
algaradas en los conciertos, etc., el usual argumento estratégico que los
“patriotas” de ese democrático país utilizan para anular a aquellos ciudadanos
que se atreven a decir en voz alta lo que muchos de ellos piensan en silencio.
No han podido con ellas. Este revés no las ha acobardado y les ha servido para afianzarse. Las Dixie Chicks siguen
en el candelero de la música, han cambiado algo el estilo: menos
country, textos más profundos y un mayor compromiso social. Han perdido al
sector más reaccionario de sus seguidores, por el contrario han atraído con el cambio a un importante sector de la población
(fuera y dentro del país) que no se identificaban con el anterior estilo musical.
Bienvenidas de nuevo al reino de la buena música.
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