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lunes, 28 de noviembre de 2011

Análisis del los resultados electorales del 20-N



La conclusión más evidente es que la sociedad española es suicida. 17.5 millones de españoles han vuelto a votar a los dos partidos mayoritarios que tantos dolores de cabeza nos están dando. Esta descabellada actitud viene a coincidir con que estos votantes son luego los ciudadanos que más se quejan de la situación socioeconómica del país, y que después, como ha sucedido en esta nueva ocasión, vuelven a dar su confianza a los dos partidos culpables de sus males. ¿Podemos llamar a esto masoquismo crónico?

Hecha esta breve introducción, pasemos al análisis de los resultados que han arrojado estos comicios del 20-N.
  • El primero, y más reseñable, es que el PP no ha ganado las elecciones, a pesar de que haya resultado vencedor; sería más exacto hablar de que las ha perdido el PSOE. El considerable batacazo que se ha dado (pérdida de 4.3 millones de votos ) es el responsable de que los peperos hayan salido victoriosos en este enfrentamiento, gracias a la fidelidad incondicional de sus votantes. En concreto, de los 10. 830.693 votos obtenidos, afortunadamente sólo han recibido 660.720 procedentes del PSOE, los 3.6 millones restantes han ido a parar a IU, UPyD, Equo y la abstención, con lo que se demuestra que, a pesar de la debacle de los socialdemócratas, el PP ha tocado techo y que por más que lo intenten no son capaces de superar esta barrera, con lo que deja las puertas abiertas al siguiente triunfo de su contrincante, una vez que sus seguidores olviden pasados errores, se les pase el cabreo, y se reconcilien con el partido y sus dirigentes.
Las cosas no quedan fáciles para el PP. Las mismas dificultades económicas que les han llevado al éxito electoral, serán las que les vuelvan a colocar en la oposición. Además, las próximas elecciones andaluzas en marzo de 2012 -a pesar de haber obtenido el 43% del total de los votos emitidos en éstas generales- no las tienen ganada, al menos, para gobernar, ya que hasta la fecha, ningún partido que no haya sacado el 47%, ha logrado la mayoría, y aquí, el pacto PP-IU es algo casi improbable.

  • La segunda conclusión es bastante dolorosa, después de ver los resultados que ha obtenido Izquierda Unida, 1.680.810 votos. No quiero ser un agua fiesta, es más –y aunque me haya abstenido-, me alegro de que esta formación logre tener nuevamente grupo parlamentario en el congreso, pero la objetividad no me permite que pierda la cabeza ante este acontecimiento. Seriamente pregunto: ¿De verdad es motivo para estar contentos?La cuestión que yo analizo, no es que IU haya pasado de 2 parlamentarios, a tener 11 -algo incuestionable y justo-, sino que - después del hundimiento del PSOE, con más de 4.3 millones de votantes fugados-, sólo 717.770 hayan decidido apoyar a IU, es un dato significativo que debería hacernos meditar. Si somos realistas, deberemos reconocer que son 717.770 votos “prestados”, y que cuando escampe el chaparrón que cae sobre ellos, éstos volverán a rescatarlos, incluso –como ha ocurrido en más de una ocasión-, a pescar de los 900.000 incondicionales que aún le son fieles a la coalición.
Llegado a este extremo, la conclusión que saco es que IU jamás será una alternativa para detener el empuje de la derecha. Si en esta ocasión no ha aprovechado el mal momento que pasaban los socialdemócratas para salir fortalecida definitivamente, y para motivar a ese 29% de Abstencionistas que no encuentran una razón para votarlo, nada nuevo se puede esperar en futuros comicios. La sociedad, la clase trabajadora, los parados, dan la impresión de que quieren ser representados por dos partidos canallescos, y votar a uno o a otro, según le impulse el cabreo momentáneo. El caudillismo impregna toda nuestra sociedad y está arraigado profundamente en ella, a la menor ocasión que se le presenta, lo refleja. El pueblo es así de desagradecido y da la espalda a aquellos que trabajan y luchan por defender sus intereses, por el contrario, bendicen y ensalzan a los verdugos que los maltratan.

  • La tercera conclusión es la necesidad de una nueva ley electoral. No es justo, ni democrático, que a unos partidos les cueste tanto conseguir un parlamentario, mientras que a otros les salga tan barato, o mejor dicho, no es justo que el voto de un ciudadano de Euskadi, Las Castillas, Canarias, Navarra, algunas provincias de Aragón y Cataluña, etc, tenga más valor que el de otra parte del país. La circunscripción provincial debe desaparecer y si persiste, rectificarla, para que un ciudadano valga sólo un voto, viva donde viva. No es admisible que algunas formaciones (caso de coalición Canaria, Amaiur, GBAI, etc,) hayan obtenido escaños con cifras doblemente inferiores a otras formaciones presentadas en Andalucía, que se han quedado sin ellas. Pongamos el caso de Amaiur: con 333.628 votos han logrado 7 diputados, 47.661 votos por cada uno de ellos, mientras que IU, con 359.521, sólo ha obtenido 2 diputados, y le ha supuesto la escalofriante cifra de 179.760 votos por cada uno; UPyD, con 207.517, no saca ninguno, lo mismo que le ocurre al Partido Andalucista, que con 76.852, también se queda fuera, mientras que otras formaciones, con tan sólo 42.411votos (caso de GBAI en Navarra) obtiene un escaño.
La actual ley electoral se hizo hace más de treinta años, y para unas condiciones muy concretas. Se necesitaba que fuese aceptada, en la transición democrática, por la mayoría de las fuerzas representativas del estado y se transigió en lo que determinados partidos nacionalistas exigían. Pero pasados los años y finalizada la transición, es necesario equipar el sistema democrático español con una justa y acertada ley que no eternice esta desequilibrante desigualdad, que no penalice a unas provincias con relación a otras, y que no mantenga la facilidad que obtienen los partidos mayoritarios y nacionalistas, para sacar representantes allá donde se presentan.
El grito de los indignados del 15-M me viene a la cabeza cuando exclaman que los diputados del congreso no nos representan. Allí hay muchos que no deberían estar (por la escasa representación que los sustentan) y otros, que sí lo merecen, se han quedado fuera.

  • La cuarta conclusión que saco es que el PP no la tiene todas con él. Sólo han pasado unos días, después del 20-N, y el mercado ya les empieza a exigir. La prima de riesgo sigue subiendo. La bolsa sigue desplomándose. La caudilla de Europa –Angela Merkel- comienza a ponerlos firmes. De pronto, sin esperarlo, al PP le asalta la responsabilidad del gobierno que tanto ansiaban. Ya no les valen las trincheras. Ahora tienen que dar la cara y salir a pecho descubierto.
Pronto comenzarán los recortes, las dificultades, las realidades, y el PP se verá en un estallido de protestas que protagonizará el otro gran recortador, el PSOE, acompañado por sus eternos secundarios, los indesmayables y útiles de siempre, IU, CC.OO. y UGT, y –espero equivocarme-, los novedosos del 15-M.
Analizado lo cual, al PP le quedan veintiocho telediarios, a no ser que nos volvamos del todo masoquistas y nos llegue a gustar el barro, cosa que está ocurriendo en Cataluña, donde cuantos más recortes se hacen, más apoyo popular obtiene el partido que los realiza.
De todas maneras, el PSOE empieza a engrasar la maquinaria. Sus periódicos y emisoras de radio ya han comenzado la campaña mediática. Ahora sólo queda encontrar –y poner- al “Claudio” que satisfaga a las distintas familias del partido, y dentro de unos meses, los 4.3 millones de indignados que les negaron su apoyo en esta cita electoral, volverán, cabizbajos, cual hijos pródigos, a la disciplina que este quiere y les exige.

  • Para concluir, referir que ha subido un 2% el número de Abstencionistas, y que nos hemos colocado en el 29% de la población con derecho a ejercer el voto, o sea, la nada despreciable cifra de 10.5 millones de ciudadanos, casi igual que el partido más votado.
Ya sé que este no es un dato relevante –soy objetivo y no caigo en ensoñaciones- y reconozco que en esta cifra no todo el monte es orégano, que es un “totum revolutum”, pero es sintomático que cada vez se incremente más este número, que no haya un mensaje capaz de movilizar a estos ciudadanos que escogen la abstención como única alternativa para mostrar su disconformidad con la política existente, de protesta silenciosa, de darles donde más les duele a los políticos profesionales.
Mientras el ejercicio de la política siga adoleciendo de entrega y seriedad, mientras que la democracia mantenga tantas lagunas discriminatorias, mientras que las cosas no cambien de verdad y no sólo lo parezca, muchos –a pesar nuestro- seguiremos estando en el bando de los no participantes, de los apestados, de la abstención, que, hoy por hoy, es lo que se merece esta farsa teatral que algunos políticos representan.

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