Como se preveía, al final, el PP ha arrasado en todo el estado. Y es que, cuando un partido que se autocalifica de izquierda gobierna con una política de derecha, pensando y beneficiando a los que más dinero tienen, ocurre lo que algunos denunciábamos, que los españoles, hartos de tanto regate político, de tanto guiño a los pudientes, han tirado por el camino más corto y han preferido votar al partido que, piensan, es más coherente. Además –ya es hora de decirlo, a riesgo de crear polémica y de que me insulten-, el pueblo español ha sacado a relucir el alma derechona (sí, el español es eminentemente de derechas, caudillista, incluso muchos de los que militan en partidos izquierdistas, a pesar de que hayan querido creer que éramos “revolucionarios” y de izquierdas) que durante tantos años ha estado reprimiendo y, ahora, cuando ya no es un “drama” ser de derechas, cuando no avergüenza pertenecer a los que trajeron la muerte y la miseria durante tantos años, cuando la marca consumista y burguesa se ha colado en la mayoría de las casas “gracias” a la contribución del Partido socialista, los ciudadanos se han quitado la careta y han preferido votar a los que siempre han querido y a los que mejor les garantizan el sueño capitalista que todos –unos más que otros- albergamos.
Esta ha sido la gran aportación del PSOE a la política española. Y es que cuando un partido como éste gobierna desde posiciones de derecha, sólo con gestos de progresismos, pero obviando la ideología, lo más natural es que los trabajadores se confundan y mezclen con los votantes del PP, y les parezca lo más natural votar a un partido que, decididamente, va en contra de los intereses de su clase.
Igual ocurre con Izquierda Unida, coalición que mantiene una postura y un mensaje poco efectivo y distante. Su actitud errática, seudo progre, la ha llevado a distanciarse de los sectores que los apoyaban y coquetear sólo en el mundo donde el PSOE se movía, o sea, el de los inmigrantes, los homosexuales, los perritos-flauteros, el combate lingüístico (españoles, españolas; ciudadanos, ciudadanas; jóvenes y jóvenas; etc.) y otras tonterías ajenas a una coalición de izquierdas. También es significativo el daño que algunos dirigentes le está produciendo. Unos, por sus vuelos al Partido del Pesebre en cuanto tienen ocasión, otros, por su insistente enrocamiento político que los hace refugiarse en lo alto de la torre del castillo y tratar de defenderse con argumentos que a nadie convencen. Uno de estos casos lo tenemos en Andalucía, donde la dirección de esta coalición deberá dar una explicación convincente al desastre de Córdoba, en la que han corrido el riesgo de salir del ayuntamiento que gobernaban. Otro caso cercano es el de Sevilla, donde el descalabro también ha sido significativo por el rechazo que nos produce a la gente de izquierdas, el que Antonio Rodrigo Torrijos vaya en las lista de este grupo. Qué argumentará la dirección provincial para explicarnos por qué se ha perdido un concejal, y lo que es más grave, cómo han acabado esos votos en el granero del PP. Y es que una organización, que en cada convocatoria a las urnas vaya perdiendo apoyos, y que cuando el otro partido de referencia, el PSOE, se desangra, no es capaz de recoger algunos de sus votantes, su dirección debe asumir los errores y reconocer que algo está haciendo mal. Si no se impone la autocrítica y el análisis, IU se convertirá en el grupo minoritario que, por lo que se intuye, sus líderes quieren hacer.
Y poco más queda por analizar de esta cita electoral. Sólo el dato de que el andaluz insiste en borrar del mapa político a la única fuerza nacionalista que se presenta como tal –que luego lo sea, es otro tema que no entra en este análisis- y que, como he denunciado más de una vez, pasado el sarampión autonomista del “y yo más”, se nos ve el “plumero españolista” que la mayoría de los habitantes de esta comunidad lleva dentro. ¡La herencia castellana tira mucho!
Otro caso significativo ha sido la aparición del Movimiento 15M que, al menos, nos ha hecho salir del aburrimiento que suponía la soporífera campaña electoral que cada vez amenaza con ser más larga y nos ha traído, a los que ya peinamos canas, aires de los años setenta. Posiblemente, una vez acabada la cita electoral, esta iniciativa mengüe y desaparezca. He asistido a varias de sus asambleas y todas me han parecido ilusionantes, con ganas de trabajar, pero poco definidas, bastante “verdes” y lo que es peor, la dificultad organizativa que entraña el que su núcleo esté compuesto de la fauna más variopinta: trotskistas, ácratas, cristianos, alternativos, comunistas, etc. De momento, como en el pasado mayo francés, su movilización ha coincidido con la victoria de la derecha. ¿Quizás pura coincidencia?
No le veo futuro a este movimiento. Es más, ni ellos mismos creen en él. Una alternativa que no se atreve a denunciar al gobierno de Zapatero por la mala gestión de la crisis, y que sólo repite, incansablemente, como si de una consigna del partido se tratase, que los únicos culpables de este desaguisado son los banqueros, para mí, son poco creíbles y reales. El tiempo lo dirá. O bien desaparecerán, dejando en nuestro recuerdo, un regusto bello y efímero, o por el contrario insistirán en continuar, arriesgándose a ser engullidos por la máquina del PSOE, que necesita savia nueva e ilusionada, que le haga difícil a Rajoy los próximos cuatro años de legislatura.
Concentración 15M en Sevilla
Este es, “a bote pronto”, mi primera impresión de los resultados electorales que nos ha colocado un mapa completamente azul, azul que para los trabajadores se convertirá en negro. Porque no otra cosa hemos de esperar de unos ayuntamientos y de unas autonomías gobernadas por la derecha más rancia de Europa. Pronto comprobará el ciudadano que, una cosa es prometer en campaña electoral y otra muy distinta, cumplir cuando se gobierna. Pero ya somos mayorcito para saberlo. Son muchas las veces que ha sucedido. ¡Que San Lenin nos ampare!
No hay comentarios:
Publicar un comentario