El pasado 24 de mayo cumplió su “mayoría de edad” el poeta, cantante y compositor Bob Dylan, quien a sus setenta años aún se mantiene con la misma energía y brillantez creadora que hace cincuenta y tantos. Cierto es que con la voz algo cascada –¡la “mala vida" no perdona!-, pero así y todo, su musicalidad nos traspasa y emociona.
Alguien dijo en una ocasión que su voz sonaba a arena, y Frank Sinatra, en respuesta al comentario de un crítico que presenciaba un concierto de los dos y que le decía: “usted es la voz y Dylan las canciones”; el maestro dijo: “están ustedes equivocados”. Y le dio una serie de explicaciones técnicas donde argumentaba que “el timbre de voz de Bob Dylan alcanzaba registros casi perfectos y su tono era el del violonchelo”. No hace falta añadir nada más para definir a la perfección lo que supone este compositor en el mundo de la música. Si Elvis Presley no hubiera existido, otro en su lugar habría inventado el rock, en cambio, con la ausencia de Bob Dylan, la música tradicional americana no hubiese evolucionado como lo ha hecho.
Al analizar socialmente lo que supuso sobre los jóvenes de la época la aparición de este cantautor que -armado de voz, guitarra, armónica y unas letras llenas de desgarradora denuncia y palpitante actualidad-, se atrevió a enfrentarse contra todo un sistema nacional que aún mantenía aspectos represivos que coleaban desde la finalización de la II Guerra Mundial, y los efectos de la “Guerra Fría", en el que se atreviese a salir de él corría el riesgo de ser acusado de comunista al servicio del gran enemigo rojo, significando un profundo revulsivo musical a nivel internacional, removiendo conciencias que hasta la fecha habían permanecido dormidas. Sus discos, los libros con sus poemas, eran devorados por una juventud ávida de libertad y justicia que recibían de sus canciones la motivación necesaria para ponerse en marcha.
Nosotros envejeceremos, pero Bob Dylan, y sus canciones, permanecerán jóvenes por el tiempo. El mundo, con sus injusticias y desigualdades, también persisten. De ahí que su mensaje permanezca vigente. Que tu voz se derrame por todos los rincones del planeta donde el hombre está silenciado, perseguido, encarcelado, pasando hambre y mueriendo de miseria, y se convierta en el bálsamo de Fierabrás que cure todas las injusticias que se cometen contra los pueblos indefensos. Que su sonido penetre en estos corazones aquietados y que se convierta en el analgésico que aplaque sus dolores. Que sea, en definitiva, la pancarta vibrante que encabece la marcha de los pueblos oprimidos que aún esperan la señal de partida.
¡Feliz cumpleaños, colega!
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