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martes, 15 de junio de 2021

José Antonio Casasola: Cura y obrero


 

 

 

José Antonio Casasola (rectifico el nombre de José María que le dan por equivocación en el País), sacerdote expulsado de los franciscanos por su espíritu crítico y su empeño en ser cura obrero, ha hecho de su vida cristiana un compromiso social y político en defensa de los más débiles. Este compromiso le ha llevado ahora a marcharse a Nicaragua, donde trabajará como acupuntor en un centro de medicina natural que él y otro grupo de entusiastas voluntarios van a crear.

Nació en Alcaucín, un pueblecito de la sierra malagueña de Tejeda. Tenía seis años cuando su familia emigró a Vélez Málaga, buscando trabajo su padre. Ahora, 40 años más tarde, ha vuelto a emigrar, pero esta vez a Nicaragua para defender la revolución. Ingresó en el seminario muy joven, con 11 años. Desde entonces, Casasola ha experimentado una evolución en su vida religiosa y en su actitud ante la vida, pasando incluso por su expulsión de la orden franciscana. "En una ocasión, siendo seminarista, quemé todos los sobres que con motivo del Día del Seminario iban a enviar a gente pudiente para que nos dieran dinero. Pensaba yo, y pienso, que nosotros no teníamos por qué justificar la vida de nadie recibiendo dinero de malos ricos".

Años después, ya como sacerdote, su contacto con la realidad social andaluza fue haciendo nacer en él una conciencia política que le llevaría a militar en la Organización Comunista de España (OCE), Bandera Roja y CC OO. Fue en su contacto con los jornaleros de Lebrija, con los algodoneros de Brenes, los obreros de las marismas, los trabajadores del arroz y sobre todo su trabajo en la construcción, donde vivió las primeras luchas antifranquistas de España, lo que le convirtieron en un líder obrero y en un cura popular en Sevilla.

Era el comienzo de los años setenta, y por entonces entró en contacto con Diamantino García y otros curas obreros, seguidores de la teología de la liberación, que por primera vez reivindicaban el derecho de los cristianos a militar en partidos de izquierda.

La época en que Casasola trabajó en la construcción, entre 1973 y 1979, fue la más dura de su vida. En 1976 estuvo encarcelado nueve veces, "con las correspondientes palizas". "Por lo general", añade, "no me pegaban en la comisaría, sino en el momento de detenerme y también cuando me trasladaban. A veces me metían en el portamaletas del coche para que la gente del barrio no viera que me llevaban".

En varias ocasiones recibió amenazas de muerte, generalmente de la extrema derecha. "Cuando me apalearon en la iglesia de La Corza, donde nos habíamos encerrado alrededor de 100 trabajadores, un policía me dijo: 'So cabrón, hace tiempo que queríamos hacerte esto y cuando te veamos otra vez te mataremos" Un corte de carreteras para pedir mejoras en el barrio obrero sevillano de Torreblanca le valió permanecer sometido a vigilancia domiciliaria desde 1979 hasta hace pocos meses. Ahora, ya libre, ha decidido marcharse "a defender la libertad donde más peligro corre. Nicaragua debe sobrevivir y por eso voy allí". Con sus conocimientos de acupuntura y medicina naturalista, participará en la puesta en marcha de un centro de medicina natural en Nicaragua, "lo que ahorrará mucho dinero al país y contribuirá a su independencia".

En cuanto a la posibilidad de que pudiera verse envuelto en un conflicto bélico, Casasola afirma: "No he cogido un fusil nunca, y no voy a coger allí las armas, pero hay palabras que también son metralletas. La izquierda y los cristianos nos jugamos mucho en Nicaragua".

 

Fuente: Diario “El País”, 23 de diciembre de 1985

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José Antonio Casasola fue un cura obrero que ejercía su sacerdocio en el barrio obrero de “La Corza”, en las afueras de la Sevilla. 

Militante de la Organización Comunista de España (OCE) “Bandera Roja”, fue el miembro más destacado en Andalucía de esta organización, hasta que llegó la transición en la que muchos partidos “revolucionarios” decidieron cambiar de chaqueta para amoldarse a las circunstancias del momento (“evolucionar” le llamaron ellos), y el cura Casasola pasó de ser referencia indiscutible en su partido a inoportuno recuerdo que había que eliminar "por el bien de todos". Y el cura obrero, viendo que “molestaba” y dificultaba las aspiraciones camaleónicas de sus desteñidos compañeros (el sector más numeroso, radical e influyente de Sevilla se concentraba en la barriada de Torreblanca, donde decidieron olvidarse de golpe del extremismo maoísta para abrazar la seguridad económica que les brindaba el pesebre del PSOE), decidió hacer las maletas y marcharse a Nicaragua, cuando este país era todavía una esperanza blanca donde podía desarrollar su compromiso social. 

Desde entonces no sé nada de él. Me ha venido de pronto a la memoria oyendo la noticia de que uno de los impulsores de la Revolución Sandinista (Daniel Ortega) está de corrupción hasta las orejas, y me he dicho a mí mismo: "otra revolución fracasada (traicionada)",  y me he preguntado por dónde andará José Antonio, qué hará y pensará en este momento, y al instante se me ha ocurrido elaborar este recordatorio a otro de esos hombres buenos y honestos que lucharon lo indecible por instaurar el bienestar y la democracia en este país caudillista y carpetovetónico.     

 

 

 

 

 

 

 

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