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lunes, 17 de octubre de 2016

Bob Dylan: Premio Nobel de Literatura 2016












Estaba mas que cantado. Ya era el tercer o cuarto año siendo candidato a tan prestigioso premio. Era el que se le resistía pues en su haber se encontraban galardones tan significativos como:

En 1990 fue investido Caballero de la Orden de las Artes y las Letras por el Ministerio de  Cultura de Francia.

En 2007 recibió el Príncipe de Asturias de la Letras.

En 2008 se le concedió el Pulizert.

En 2012 recibió la Medalla Presidencial de la Libertad, de manos del presidente Obama.

Y, ahora, en 2016, el merecido reconocimiento del Nobel. Enhorabuena al viejo trovador y a los que han tenido el buen gusto de conceder este reconocido premio a un representante de lo popular, a un viejo Bardo que perdura y pasea sus canciones por los confines de las almas inquietas. ¿Quién cuestiona el premio? ¿No serán los Master of war, o en su lugar, los lacayos?
   



MASTER OF WAR



Vamos, señores de la guerra...
Vosotros, que fabricáis todos los cañones;
vosotros, que planificáis la muerte;
vosotros, que fabricáis la muerte;
vosotros, que os escondéis tras los muros;
vosotros, que os escondéis tras los despachos;
sólo quiero que sepáis que puedo ver
a través de vuestras máscaras.

Vosotros, que jamás hacéis algo
que no sirva para destruir.
Jugáis con mi mundo
como si fuera vuestro juguete.
Ponéis un arma en mi mano
y os ocultáis a mis ojos
y giráis y os escabullís
cuando vuelan veloces las balas.

Como el Judas de antaño
mentís y engañáis.
Pretendéis engatusarme
con la victoria mundial.
Pero veo a través de vuestros ojos
y veo a través de vuestro cerebro
como veo a través del agua
que cae de mi cisterna.

Mantenéis los gatillos
que otros han de apretar,
os detenéis entonces y observáis
cómo crece el montón de muertos.
Os escondéis en vuestras mansiones
mientras se desangran
los cuerpos juveniles
y su sangre se mezcla con el barro.

Habéis creado el peor terror posible,
el terror a traer niños
al mundo.
La sangre que corre en vuestras venas
no es precio suficiente
para la amenaza que se cierne sobre mi hijo,
que no ha nacido y carece de nombre.

Sé cuánto he de hacer
para hablar sin que me corresponda.
Podéis decir que soy joven,
podéis decir que no estoy preparado.
Pero aunque sea más joven que vosotros,
hay una cosa segura para mí:
ni siquiera Jesús
os perdonaría lo que hacéis.

Permitid que os haga una presunta,
¿es vuestro dinero tan bueno
como para comprar vuestro perdón?
¿Así lo creéis?
En mi opinión, cuando la muerte os llegue,
encontraréis que el dinero conseguido
no sirve para recuperar vuestra alma.

Y espero que muráis
y que vuestra muerte esté cerca.
En una pálida tarde
seguiré vuestro ataúd y observaré
cómo os sumen en vuestro lecho de muerte.
Y permaneceré sobre vuestra tumba
hasta estar seguro de vuestra defunción.





(De “Canciones”, Visor, 1971)
   











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