Sígueme también en este otro blog:

martes, 15 de diciembre de 2015

¿Estamos en Navidad?



El único coro de Campanilleros que hemos logrado escuchar este año, alegrando La Campana





La pregunta puede parecer harto capciosa, pero paseando este año por el centro de Sevilla, a uno le parece que se ha equivocado de fecha.
Y no lo digo por las altas temperaturas con las que estamos enfrentando el evento -que me da no se qué ver al castañero tratando de vender sus castañas asadas junto a un termómetro que marca 23º-; ni por el  montón de “guiris” en camiseta de tirantas, sentadas en una de esas cafeterías de nombre impronunciable que ahora se han puesto tan de moda en el barroquismo sevillano, absorbiendo hasta la última gota los rayos de sol, que para eso son gratis; ni por la rareza de encontrar en un ambiente semiveraniego –como la lotería de Navidad cuando la ofertan en agosto- la Feria de los Belenes.
No, no es por ninguna de esas tres causas mi pregunta. La duda me la crea el nuevo “mandamás” de la ciudad, es decir, nuestro flamante Alcalde, que para diferenciarse de su antecesor ha querido cambiarlo casi todo. Que Zoido implantó el Mapping –por cierto, con gran aceptación por parte de los ciudadanos-, pues allá va Espada y se lo carga, eso sí, nos monta un hermoso carrusel de dos pisos y una pista de patinaje sobre hielo -¡h-i-e-l-o, sí, ellos que son tan ecologistas y ecologistos, tan bien mirados y miradas del medio ambiente, tan amenazadores y amenazadoras con el cambio climático-, en plena plaza de San Francisco, al aire libre y con paisaje de Laponia, ¡chúpate esta si puedes!
Todo lo anterior tiene un pase, pero lo que no puedo tolerar, señores, es que haya llenado la ciudad de bandas de tambores y cornetas y que los Coros de Campanilleros hayan desaparecido, cual especie autóctona que se ve afectada por la introducción anómala de otra especie foránea. ¿Es posible que la irracionalidad haya llegado hasta esos extremos?
Desconozco qué ha pasado, pero la Navidad sevillana sin los Campanilleros, no es lo mismo, no suena igual, ni luce, ni huele, ni aquieta. No quiero creer que se vaya a convertir en una especie en peligro de extinción. Los Campanilleros son jilgueros que llenan las calles de amor, de paz, de aromas camperos, de armoniosos cantos, mientras que las bandas de cornetas y tambores suenan a muerte y ambiente castrense. Como comentó una señora al paso de una de estas bandas: “Estamos celebrando el nacimiento de Jesús, no su muerte”, y aunque yo no sea de los que se implican en esta celebración religiosa me opongo a que acaben con mi niñez, con la ilusión de la gente, con la tradición centenaria de todo un pueblo.  
¿Qué cateto habrá impulsado esta nefasta idea cuando el asunto está tan claro? En Navidad, villancicos, mantecaos, turrones, belenes, luces y Coros de Campanilleros, y en Semana Santa y en los desfiles militares, bandas de cornetas y de tambores. ¿Por qué hay gente que complican las cosas? Menos mal que el pasado sábado nos topamos con el último ejemplar vivo de la antigua especie, al menos podremos decir a nuestros nietos –cuando los tengamos- que fuimos afortunados y pudimos disfrutar de sus trinos antes de que desaparecieran definitivamente.   

   






2 comentarios:

  1. Cuánta razón Manuel ! Totalmente de acuerdo contigo , estos tiempos tan modernos van a terminar con todo lo bonito de la Navidad. Espero que no se extinga esa tradición de los Campanilleros porque sería tremendamente lamentable.

    Un fuerte Abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No temas, Montblanc, esto es una tradición que está demasiado arraigado en el pueblo, pasa de padres a hijos y no creo yo que las catetadas de un alcalde puedan afectarle mucho.
      Un saludo.

      Eliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...