Antes no te importaba.
Desdeñabas mi existencia
como el niño lo hace con el juguete viejo,
ni preguntabas si había comido,
o si en mi soledad sentía algo de frío,
o qué miedos rondaban mis sueños,
si alguna espina en el alma me aquejaba,
o si tenía donde caerme muerto...
¿Y ahora pretendes que te diga
dónde se pudre mi cuerpo?
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