No sabía nada de estas sevillanas hasta la pasada semana en
que se las oí cantar a Montse Amador
cuando paseaba por la Plaza Nueva de Sevilla. Ella me informó que eran de Alba
Molina, la hija de Lole y Manuel, de la que tampoco tenía noticias desde que
cantara con sus otras dos compañeras que formaban aquel trío “experimental”
llamado “Las Niñas” que hicieron algunas cosas interesantes. Después,
cuando llegué a casa, busqué en YouTube
los vídeos que esta joven había subido, para volverlas a escuchar,
pero desgraciadamente no tiene ninguno con estas sevillanas que tanto me
atrajeron... Así que me conformé con el de Alba que, aunque no está mal, no
tiene nada que ver con la calidad de Montse. Ella le da más cadencia, es más profunda, más precisa, y los registro de voz –a pesar del directo- son superiores a los de la
hija de Lole.
Concretando: que son unas hermosas sevillanas de las de oír,
con una interesante letra, compuesta por ese mago de la música en todos sus registros llamado Paco Ortega.
Que disfrutéis con este ratito musical y poético.
I
Me enamoré, me enamoré, me enamoré, me enamoré.
Me enamoré de tu risa, tu pelo, tu cara,
paisaje del cielo.
De lo verde de los campos,
del aire, del sueño,
del hombre que anhelo.
Cantaba el amanecer y me bañaba un lucero,
cantaba una gran verdad,
si no me besas, me muero.
Me enamoré, me enamoré, me enamoré.
Me enamoré de tu risa, tu pelo, tu cara,
paisaje del cielo.
De lo verde de los campos,
del aire, del sueño,
del hombre que anhelo.
Cantaba el amanecer y me bañaba un lucero,
cantaba una gran verdad,
si no me besas, me muero.
Me enamoré, me enamoré, me enamoré.
II
La soledad, la
soledad, la soledad, mi soledad.
La soledad me acompaña,
de noche, tu ausencia, me mata y me hiere.
Lo que robamos al tiempo,
tus besos, mi miedo, la escarcha de Enero.
La soledad me enseñó a amarte sobre los celos,
a perseguir tu pasión y a refugiarme en mi credo.
La soledad, la soledad, la soledad.
La soledad me acompaña,
de noche, tu ausencia, me mata y me hiere.
Lo que robamos al tiempo,
tus besos, mi miedo, la escarcha de Enero.
La soledad me enseñó a amarte sobre los celos,
a perseguir tu pasión y a refugiarme en mi credo.
La soledad, la soledad, la soledad.
III
Tú qué me das, tú
qué me das, tú qué me das, tú qué me das.
Si yo te doy mi cariño, sincero,
mi risa, mi boca de hielo.
Te doy lo limpio del aire,
mi sangre, mis ganas,
mi aliento, mi velo.
Te doy las flores de abril,
lo que me escriben en celo,
te doy la voz de jazmín,
te doy un patio de albero.
Tú qué me das, tú qué me das, tú qué me das.
Si yo te doy mi cariño, sincero,
mi risa, mi boca de hielo.
Te doy lo limpio del aire,
mi sangre, mis ganas,
mi aliento, mi velo.
Te doy las flores de abril,
lo que me escriben en celo,
te doy la voz de jazmín,
te doy un patio de albero.
Tú qué me das, tú qué me das, tú qué me das.
IV
Libérame, libérame, libérame, libérame.
Libérame de lo negro, lo sucio,
lo muerto, lo falso y lo necio.
Y dame el son de los campos de Cádiz,
lo blanco y el azul del cielo.
Libérame del perdón, de los que nunca sintieron,
de los que no ven amor,
de los que son embusteros.
Libérame, libérame, libérame.
Libérame de lo negro, lo sucio,
lo muerto, lo falso y lo necio.
Y dame el son de los campos de Cádiz,
lo blanco y el azul del cielo.
Libérame del perdón, de los que nunca sintieron,
de los que no ven amor,
de los que son embusteros.
Libérame, libérame, libérame.
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