Como si se tratara de una novela de Kafka, en España, sépanlo los que me leen, los chorizos, los asesinos, los violadores y los genocidas, andan sueltos por las calles, mientras que los defensores de las libertades, los verdaderos demócratas, se sientan en el banquillo de los acusados a instancias de dos organizaciones fascistas que siguen teniendo gran influencia dentro de los altos tribunales de justicia.
Es lo que le está sucediendo al juez Baltasar Garzón, al cual se le está procesando en la última semana por tres supuestos delitos, dos de prevaricación y un tercero de extorsión.
Esa es, al menos, la excusa para que el Tribunal Supremo –verdadero Alcázar de Toledo del último residuo franquista dentro de la magistratura-, haya admitido a trámite la denuncia que estos enemigos de la libertad han interpuesto contra él, y que pone en entredicho a la ya cuestionada justicia española, y lo que es más grave aún, la debilidad y la incongruencia de una anémica democracia que no se desarrolla como dios manda.
Tiene gracia que se haya juzgado antes al citado juez que a los imputados del caso Gürtel –verdadera trama de financiación ilegal del PP-, y que se le pidan más años de condena que a todos los corruptos juntos.
También produce bochorno que, mientras los genocidas y el propio franquismo no han sido juzgados, a Garzón, por intentar hacerlo, se le destituya como magistrado, se le procese, y se pida para él una condena de veinte años de inhabilitación.
Chile y Argentina, a pesar de la ley de punto final que confeccionaron a su medida los asesinos cuando gobernaban sus respectivos países, han tenido el valor de enjuiciarlos y condenarlos por los actos cometidos durante la dictadura.
En España, después de más de setenta años, no sólo no se ha hecho, sino que al único juez que lo ha intentado, lo apartan del caso y es procesado por prevaricación, con lo cual llegamos a la perpleja conclusión de que el franquismo y sus crímenes son intocables en este país, gracias a la compresión de algunos sectores políticos y a la complicidad de muchos jueces.
En esta empresa de derribar a Garzón no sólo están los magistrados adeptos al antiguo régimen. A ellos se unen los rencorosos del PSOE, aquellos que no olvidan que este juez fue el investigó y condenó a muchos dirigentes de este partido por el caso del GAL, individuos situados en las más altas esferas del gobierno, que se sirvieron del terrorismo de estado para combatir a la organización ETA.
También están metidos en este lote de togados hienas, los jueces mediocres, los envidiosos, los revanchistas que no perdonan a Garzón la popularidad alcanzada dentro y fuera de España, y por qué no decirlo, el que haya tenido el valor –palabra y significado que la mayoría de estos magistrados desconoce- para estar siempre al frente de la lucha antiterrorista, del narcotráfico y la defensa de los postulados democráticos. Este es el delito que ha cometido el citado juez, estar siempre al frente de la justicia –se haya equivocado o no- y ser elegido por las fuerzas policiales para realizar estas operaciones que ningún otro se atrevía.
Como vemos no son sólo los fascistas los que conspiran contra él. Hay también un buen número de hipotéticos jueces “progresistas” y de “izquierdas” que colaboran en el acorralamiento y la destrucción del citado juez.
Pero puede ser que los juicios se vuelvan contra ellos. De momento, la gente le apoya en la calle y los políticos y periodistas decentes comentan la aberración de estos procesamientos y el descrédito que supone para la ya desprestigiada justicia española.
Ahora, los testigos presentados por la defensa del juez, han comenzado a declarar y las imágenes y testimonios de estas victimas del franquismo no pueden ser más desgarradoras. Había que tener las entrañas secas y ser del todo insensible para no acceder a las demandas que estas familias hacían, máxime cuando lo que piden es encontrar a sus muertos para poder darles una digna sepultura. Nada más que eso quieren y era lo que trataba de realizar Baltasar Garzón.
Con estos procesamientos puede suceder que, al final, el juicio condene, popularmente, a todos los que han querido condenarlo, aunque al final consigan su objetivo: apartarlo de la Audiencia Nacional para que no haga verdadera justicia, y ellos –los jueces fascistas y los falsos izquierdistas- puedan dormir tranquilos, sin temor al bochorno que les producía tener que encontrarse a diario por los pasillos al juez que les llenaba de sonrojo.
Es lo que le está sucediendo al juez Baltasar Garzón, al cual se le está procesando en la última semana por tres supuestos delitos, dos de prevaricación y un tercero de extorsión.
Esa es, al menos, la excusa para que el Tribunal Supremo –verdadero Alcázar de Toledo del último residuo franquista dentro de la magistratura-, haya admitido a trámite la denuncia que estos enemigos de la libertad han interpuesto contra él, y que pone en entredicho a la ya cuestionada justicia española, y lo que es más grave aún, la debilidad y la incongruencia de una anémica democracia que no se desarrolla como dios manda.
Tiene gracia que se haya juzgado antes al citado juez que a los imputados del caso Gürtel –verdadera trama de financiación ilegal del PP-, y que se le pidan más años de condena que a todos los corruptos juntos.
También produce bochorno que, mientras los genocidas y el propio franquismo no han sido juzgados, a Garzón, por intentar hacerlo, se le destituya como magistrado, se le procese, y se pida para él una condena de veinte años de inhabilitación.
Chile y Argentina, a pesar de la ley de punto final que confeccionaron a su medida los asesinos cuando gobernaban sus respectivos países, han tenido el valor de enjuiciarlos y condenarlos por los actos cometidos durante la dictadura.
En España, después de más de setenta años, no sólo no se ha hecho, sino que al único juez que lo ha intentado, lo apartan del caso y es procesado por prevaricación, con lo cual llegamos a la perpleja conclusión de que el franquismo y sus crímenes son intocables en este país, gracias a la compresión de algunos sectores políticos y a la complicidad de muchos jueces.
En esta empresa de derribar a Garzón no sólo están los magistrados adeptos al antiguo régimen. A ellos se unen los rencorosos del PSOE, aquellos que no olvidan que este juez fue el investigó y condenó a muchos dirigentes de este partido por el caso del GAL, individuos situados en las más altas esferas del gobierno, que se sirvieron del terrorismo de estado para combatir a la organización ETA.
También están metidos en este lote de togados hienas, los jueces mediocres, los envidiosos, los revanchistas que no perdonan a Garzón la popularidad alcanzada dentro y fuera de España, y por qué no decirlo, el que haya tenido el valor –palabra y significado que la mayoría de estos magistrados desconoce- para estar siempre al frente de la lucha antiterrorista, del narcotráfico y la defensa de los postulados democráticos. Este es el delito que ha cometido el citado juez, estar siempre al frente de la justicia –se haya equivocado o no- y ser elegido por las fuerzas policiales para realizar estas operaciones que ningún otro se atrevía.
Como vemos no son sólo los fascistas los que conspiran contra él. Hay también un buen número de hipotéticos jueces “progresistas” y de “izquierdas” que colaboran en el acorralamiento y la destrucción del citado juez.
Pero puede ser que los juicios se vuelvan contra ellos. De momento, la gente le apoya en la calle y los políticos y periodistas decentes comentan la aberración de estos procesamientos y el descrédito que supone para la ya desprestigiada justicia española.
Ahora, los testigos presentados por la defensa del juez, han comenzado a declarar y las imágenes y testimonios de estas victimas del franquismo no pueden ser más desgarradoras. Había que tener las entrañas secas y ser del todo insensible para no acceder a las demandas que estas familias hacían, máxime cuando lo que piden es encontrar a sus muertos para poder darles una digna sepultura. Nada más que eso quieren y era lo que trataba de realizar Baltasar Garzón.
Con estos procesamientos puede suceder que, al final, el juicio condene, popularmente, a todos los que han querido condenarlo, aunque al final consigan su objetivo: apartarlo de la Audiencia Nacional para que no haga verdadera justicia, y ellos –los jueces fascistas y los falsos izquierdistas- puedan dormir tranquilos, sin temor al bochorno que les producía tener que encontrarse a diario por los pasillos al juez que les llenaba de sonrojo.
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