Música para amansar a los políticos...¡Perdón!, quise decir a las fieras. ¡En qué estaría pensando yo!
Música para amansar a los políticos...¡Perdón!, quise decir a las fieras. ¡En qué estaría pensando yo!
“No pierdas el tiempo en discutir con los estúpidos y los charlatanes: la palabra la tienen todos, el buen juicio solo unos pocos ”.
Imagen insólita de la Sevilla de 1885: la calle Amor de Dios, confluencia con Alameda de Hércules.
Mismo lugar pero en 1890: la misma actividad callejera que la anterior, pero sin vacas en la calle.
Esta última más reciente, de 1960, a mitad de la calle, justo a la altura del cine Cervantes y el Instituto San Isidoro.
Necesitamos que el Mundo se llene de Don Quijotes y Principitos, sobran patriotas y falsos magos. La Utopía es un derecho, la imaginación un Deber. Que no decaiga la Locura, que no amaine la Fantasía.
Hoy, 23 de abril, se celebra el “Día Internacional del Libro”, apreciado objeto que está en retroceso, o al menos en España y Andalucía, ya que las dos ostentan el preocupante "honor" de ser -el primero- el país de la Unión Europea donde menos se lee, y la segunda -¡Ay! cómo me duele esta Andalucía- la penúltima de todas las Comunidades Autónomas. Ya no es que no se lea ni se compren libros, es que las familias están "haciendo limpieza" en las casas y están abandonando sus pequeñas bibliotecas en los llamados "Puntos limpios" que hay colocados por mi ciudad, algunas con libros excelentes. Poco puede hacer para promeverlo la celebración de un "Día Internacional" ante la bábara y cómoda competencia de WhatsApp, de la que la mayoría de la población se ha hecho fiel seguidora.
Para conmemorar dicho acontecimiento, qué mejor que un par de frases de Cervantes incluidas en su “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”:
“La pluma es lengua del alma; cuales fueren los conceptos que en ella se engendraron, tales serán sus escritos”.
“El año que es abundante de poesía, suele serlo de hambre”.
Y también viene al caso esta otra perla de Borges:
«De todos los instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones del brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y la imaginación.»
Si queremos, siempre encontraremos un instante para acercarnos al reino de los libros.
Sin temor a equivocarme, puede que este fuera uno de los pabellones más visitado de la Exposición Universal celebrada en Sevilla en 1992 y que se inauguró un 20 de abril: El "santuario" de la Cruzcampo.
29 años después, todavía aguanta en pie.
Riada de 1962, uno de los desbordamientos que anualmente producía el río Guadalquivir a su paso por la Vega de Triana.
No seré yo el que se atreva a negar el cambio climático, lo que sí me resisto aceptar son los fundamentos apocalípticos medioambientales de esa nueva secta fundamentalista que manipulan el tema para meter el miedo en los huesos, como si no tuviésemos bastante ya con el que tratan de inocular las diferentes confesiones religiosas.
Para los que contamos cierta edad esto es algo evidente. En algún post anterior ya hablé del tema. Cualquiera con un poco de memoria recordará que las estaciones de antes eran bien distintas a las de ahora: por ejemplo, los veranos eran potentes en calor –en especial el mes de julio-, pero a mediados de agosto casi finalizaba la canícula, dejándonos las primeras lluvias tormentosas que inauguraban la campaña de impermeable y paraguas.
El invierno era frío y persistente, precedido de un otoño borrascoso que regaba la tierra lentamente, hora tras hora, día tras día, semana tras semana, tanto es así que la equipación protegelluvias formaba un todo con el ciudadano precavido. Casi nunca llovía torrencialmente, las anuales riadas que afectaban a la ciudad eran producto de las incesantes aguas que caían sobre ella. Los ríos y arroyos no eran capaces de canalizar los miles de litros recibidos, y los depósitos subterráneos se llenaban del preciado líquido, tanto es así que no recuerdo haber utilizado cantimploras en mi juventud cuando salía al campo o a la sierra en primavera y verano. Los manantiales brotaban por doquier llenando los verdes prados de serpenteantes arroyuelos de plateado color, donde podíamos saciar nuestra sed sin necesidad de recurrir al, hasta hoy, preciado cacharro.
Es evidente que con estas premisas sería absurdo negar que la climatología no se parece en nada a la de antes, pero de ahí a aceptar que es algo nuevo, exclusiva de los tiempos que vivimos, y para más inri, afirmar -como hacen estos agoreros actuales- que somos nosotros los que estamos interviniendo en ese cambio, va un largo trecho. Los que conocen algo de historia saben que el clima nunca ha sido estable, a lo lago de su existencia ha pasado por decenas de estadios, pisando el hombre la tierra y también cuando no existía. Puedo admitir que nosotros ahora estemos colaborando en su proceso, pero lo que me cuesta creer es que seamos tan importantes como para influir activamente en su evolución, o al menos yo, ese honor se lo dejo a los profetas del miedo, que por cierto, son los que más viajan, iluminan y acondicionan climáticamente sus viviendas, etc. De contradicciones está lleno el mundo.
Esta riada es de 1947
Estas dos últimas son del año 2000. Nos muestra cómo aún en dicho año permanecía con buena salud una laguna formada en una antigua gravera en Sevilla Este, a pesar de la presión que ejercía sobre ella el parque acuático levantado a su lado. Hoy está completamente seca y ni siquiera en invierno aparece con algún rastro de agua.
Tal día como hoy, 18 de abril, pero de 1847 (domingo también) se inauguró en el Prado de San Sebastián la primera Feria de Abril de Sevilla. Lo que comenzó siendo en principio sólo una feria de ganado, se ha transformado con el paso del tiempo en una de la más importante representación lúdica del mundo. Démonos un paseo por su Real a través de las visión que sobre ella han tenido determinados pintores.
Medicina para el alma es este aria perteneciente al "Juditha Triumphans" -único oratorio de Antonio Vivaldi que ha llegado completo hasta nosotros-, compuesto por nuestro querido "Cura Roj0" en 1716.
La película es un “antojo” de la propia Frances McDormand al conocer la historia que describía Jessia Bruder en su libro, tanto que inmediatamente adquirió los derechos del mismo y contactó con Chloé Zhao para que la dirigiera.
Para resumir la película, esta nos introduce en el mundo de aquellos que espoleados por algún desegradable acontecimiento, decidieron abandonar el modelo de sociedad americano. La cinta se fundamenta en las consecuencias que produjo la crisis económica de 2008, unido a los problemas de salud en unos casos, familiares en otros, quizás la búsqueda –nunca tarde- de una vida espiritual que humanice el último tramo de sus vidas, o, como en el caso de la protagonista, la muerte del compañero y -el golpe definitivo-, el cierra de la empresa donde trabajaba .
La directora logra rodar un “Wéstern” moderno lleno de realidad, utilizando para ello actores no profesionales (menos Frances y David Strahairn) que potencian esa sensación de verdad que transmiten sus imágenes, y que cuando venimos darnos cuenta ya nos ha abducido y hemos pasado a formar parte del conjunto.
Lo mejor del año. Probablemente sea la
triunfadora de la próxima gala de los Óscar, la dirección de Chloé Zhao es
impecable (ya lo demostró en su anterior cinta, “The Rider”), y qué contar de
Frances McDormand que ya no se haya dicho: ¡sublime!, aportando a la película el
requerimiento exigible: la entrega total al personaje que representa. Merece la pena verla, son de las pelis que aquietan el alma, medicina necesaria para los tiempos que corren.
“Del mismo modo que un huevo lleva encerrado un pollo ya desde el principio, las actitudes de la gente llevan dentro lo que van a acabar siendo, e incluso en sus rasgos más generosos puede adivinarse el embrión de sus defectos peores”.
Rafael Chirbes, “La buena letra”, Editorial Anagrama
Repetida imagen de la ciudad y, a pesar de ello, no pierde interés ni atractivo.
En primer término tenemos la Torre del Oro, frente a ella, la paradisiaca sede de la música, el teatro de la Maestranza, justo detrás de éste, la Torre de la Plata, a la derecha de esta, las Atarazanas, al fondo, el lado sur del Archivo de Indias, antigua Lonja de mercaderes que comerciaban con América, cercano a él (no puede apreciarse con nitidez) el Alcázar, y en el centro, destacando sobre toda la inagen, la mayor catedral gótica del mundo coronada con su torre de la Giralda. ¿Alguien ofrece más en tan reducido espacio?
Si algo positivo tiene este autoconfinamiento es que nos “regala” más tiempo para dedicárselo a tareas que con la “normalidad” teníamos más limitada, una de estas –en mi caso- es el Cine.
Ayer vi “Judas y el Mesías negro”, una interesante película del director Shaka King donde nos relata una historia real: la de Bill (interpretado por Lakeith Stanfield), un vulgar delincuente reclutado por el FBI para infiltrarse en el partido de los Panteras Negras, y la de Fred Hampton (magnífica interpretación de Daniel Kaluuya), un carismático líder antirracista al que eliminaron de la escena pública con esos métodos “democráticos” que nos tiene acostumbrado el Imperio.
Una recomendable película que no nos descubre nada nuevo de los Estados Unidos, pero nos hace pasar unos interesantes 126 minutos. Acertada dirección para un buen guión en la que destacan los actores, sobresaliendo Kaluuya en su papel de activista y Jesse Plemons en el de agente del FBI.