Si sabemos mirar, la ciudad está llena de poesía: el
estilizado edificio de un prestigioso creador, una paloma bebiendo en una
fuente, el racimo de azahar nevando el naranjo, las enigmáticas estatuas
humanas, etc., pero también están los soberbios graffitis, y las pintadas ácratas,
que llenan de ingenio y filosofía las tristes calles de las urbes.
Ayer me encontré con algunas de ellas. Estaban a la entrada
de un centro comercial. Por lo que veo, el capitalismo apuesta también por
la cultura callejera. Bienvenida sea la elección, confiemos en que con la utilización
masiva no la corrompan, ya sabemos que lo que toca esta gente suele acabar casi
siempre mal.
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