Otra imagen entrañable de las calles de Sevilla era la del
Afilador, personaje al que nuestras madres esperaban impacientemente para que
les pusiera a punto los utensilios de cocina y labores, o sea, cuchillos y
tijeras.
Su presencia la hacían notar
tocando en su chiflo aquella dulce y agradable melodía que aún hoy me atrae.
Aparecía con su trasto de madera en la que una gran rueda hacía girar una
redonda piedra donde, con una técnica adquirida con los años, afilaba los
maltratados filos del armamento que les acercaban las mujeres.
Luego se modernizaron y montaron
su “taller” en una cómoda bicicleta, más tarde en motocicleta y, en la
actualidad, en pequeñas furgonetas y automóviles, eso sí, sin dejar de
renunciar al viejo sonido del chiflo, aunque, como ahora, sea un sonido
grabado, pero que sigue atrayéndome cuando lo oigo.
¡Qué recuerdos Manuel! Estaban en todos los sitios y eran unos verdaderos maestros del afilado.
ResponderEliminarUn saludo... Juan
Sí que lo eran, Juan, y del chiflido, es lo que más recuerdo de ellos.
EliminarOtro para ti.