Es uno de los más bellos y conocidos adagios de la música barroca, pero a pesar de ello, no deja de ser un buen ejemplo de composición para inocular a muchos de esos seres demoníacos que pululan por el orbe.
Es uno de los más bellos y conocidos adagios de la música barroca, pero a pesar de ello, no deja de ser un buen ejemplo de composición para inocular a muchos de esos seres demoníacos que pululan por el orbe.
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