El fin del estado de alarma

 

 

 

 

 

 

 

 

Ayer terminó el estado de alarma establecido por el gobierno para intentar detener el aumento de contagios y –lo que es peor-, de muertes. ¡Y poco tiempo tardó en reaccionar el populacho! Las vergonzosas imágenes que nos ofrecían las televisiones de la chusma celebrando tal acontecimiento era para arrancarse los ojos y dejar de ver tamaña majadería. Al grito de libertad (¿qué sabrán estos comepanes qué es la Libertad y la ausencia de ella?) y empapados en alcohol, esta morralla humana -criada y consentida por el poder establecido para manipularla a su antojo-, salieron a la calle a celebrar el fin de su inexistente encierro, repito, inexistente encierro, porque no hubo día en el que no se les viera por la calle haciendo lo mismo que ayer: emborracharse y ejercier de incívicos insolidarios.

Me duelen estas imágenes porque me reafirman cada día más en que todos estos que se excusan en la libertad para sus fines egoístas son los mayores enemigos de Ella y de la Democracia, y que cuando hay que luchar para conseguirla se esconden debajo de la cama. No tienen solución, han sido creados y criados sólo para vivir bajo el palo severo de una dictadura, la Democracia les importa una higa, a no ser para establecer su reino de libertinaje que es el estado en el que el populacho se mueve a sus anchas. Ahora ya sólo queda esperar, dentro de un par de semanas tendremos los resultados de tanta euforia incívica.