Aprovechando la estancia en Sanlúcar de Barrameda, y
siguiendo las reglas por las que nos regimos cuando acudimos a una zona de
vinos, hemos visitado una bodega. La elegida en esta ocasión ha sido, Bodega
Otaosan, una bodega pequeña y
relativamente nueva (unos 20 años de existencia), próxima a la desembocadura
del Guadalquivir y cercana a la mítica Bonanza, donde nos atendieron
amablemente.
No poseen viñedos propios, con lo que han de adquirir el
mosto a un tercero para la elaboración de sus caldos, circunstancia que nunca
ha sido óbice para la obtención de extraordinarios vinos, siempre que se elija y adquiera un mosto de calidad, o sea, que proceda de unas uvas criadas en unas buenas tierras albarizas y a las que se le haya realizado un correcto prensado.
Para ello cuentan con cuatro bloques de barricas dispuestas como es tradicional en el Marco de Jerez, o sea, mediante el sistema de soleras y criaderas, las dos centrales con tres andanas de botas y las laterales, con dos, de las que, transcurrido el tiempo requerido, salen los apreciados vinos generosos de la zona: Manzanillas (finas y pasadas), Olorosos, Amontillados, además de unos agradables Pedros Ximenes y Moscatel.
Para ello cuentan con cuatro bloques de barricas dispuestas como es tradicional en el Marco de Jerez, o sea, mediante el sistema de soleras y criaderas, las dos centrales con tres andanas de botas y las laterales, con dos, de las que, transcurrido el tiempo requerido, salen los apreciados vinos generosos de la zona: Manzanillas (finas y pasadas), Olorosos, Amontillados, además de unos agradables Pedros Ximenes y Moscatel.
Reconforta encontrar pequeñas bodegas como ésta, lo cual es un
indicativo de que el interés por estos vinos no decae, sino todo lo contrario,
aumenta. Que cunda el ejemplo.
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