A pesar de las calores, si miramos a nuestro alrededor, siempre
hay algo que nos muestra que ya hemos entrado en el otoño.
Para nosotros, el
pistoletazo de salida de esta estación son siempre las primerizas cabrillas. Sólo
basta un poco de lluvia y... voilà!!, kilos y kilos de cabrillas. Lo malo viene
ahora, porque hay que lavarlas y guisarlas antes de que el personal venga a
comerlas... Y que conste que son puntuales, como las cabrillas, en cuanto ven
las primeras nubes ya están al tanto.
A mi me encantan estos bichitos, hechos como las hacían nuestras abuelas y madres. Tiene trabajo elaborarlas, pero merecen la pena, ah, y también los caracoles, los blanquillos, con su caldito de justo y picante y una cervecita bien fresca. Me alegra que nos traigas esta vez platos sabrosísimos, económicos y tan nuestros, si bien tienen sus partidarios por muchos lugares...
ResponderEliminarYa ando de nuevo en el "tajo", Manuel.
Un abrazo.
Cierto, Mari Carmen, mi madre las hacía estupendas. A mí me atrae más cogerlas que guisarlas.
EliminarUn saludo.
Jeeeeeee...¡Espabilado que eres, no ni ná...!
EliminarYa vamos a estar comiendo cabrillas !!!
ResponderEliminarJuan, habrá que esperar una nueva remesa, las primeras yan han volado.
EliminarSaludos.