Llegamos a una nueva cita
electoral y, como en las anteriores y siguientes, a muchos se nos viene encima
el dilema de siempre: cómo votar, ¿con el corazón o con la cabeza?
Porque verán, lo que para la
mayoría es “una fiesta de la democracia”, a otros nos parece la
claudicación del individuo, la desconexión del compromiso y la legitimación de
la corrupción y el abuso. ¿Es que alguien cree que su voto tiene el suficiente
poder para cambiar algo, máxime cuando desde antes de depositarlo en las urnas
ya está teledirigido por tertulianos, medios de comunicación y encuestas?
Pero vayamos al principio.
Supongamos que somos capaces de superar todas estas influencias negativas para
el proceso. Supongamos que llega el momento de depositar la papeleta. Ahora
qué, ¿cómo hemos de actuar? ¿Voto con el corazón al partido (porque no
olvidemos, aquí no se elige al individuo, escogemos la marca) de mis
inclinaciones ideológicas, aún sabiendo que son unos “pringaos”, o mejor me
inclino por votar aquel que está ejecutando una eficaz labor municipal aunque
sea del bando enemigo?
Esta es la question –que
diría un shakespeariano-: ¿ser coherente –algo que no se cansan de exigirte
quienes jamás lo son-, o resolutivo?
¿Entienden por qué cada vez que hay alguna
cita electoral me hecho a temblar? Y lo peor es que este año, si Dios no lo
remedia, nos veremos embarcados en Andalucía en cuatro convocatorias
electorales, cuatro bravos toros que lidiar a pecho descubierto, sin capa ni
muleta.
¿Comprenden la razón por la que la
mayoría de las veces me abstengo? La verdad, he de reconocerlo, unas veces es
por tocarles los cataplines a los políticos, pero la mayoría es porque el
producto que está en el mercado no me convence. Al final, como no acaban de
ponerse de acuerdo ni el corazón ni la cabeza, yo, cual rey Salomón de mis
circunstancias, opto por tirar por la calle de en medio, la abstención, y les
dejo el "fregao" a quienes ensuciaron los cacharros: a los políticos.
Como dijo el torero, Fafael El gallo, -"Hay gente pá tó"...
ResponderEliminarHabrá quien vote con el corazón, por supuesto, pero serán muchos quienes lo hagan con la cabeza, unos por intereses taimados, otros pensando honestamente "que es lo menos malo" para la sociedad.
Tu entrada es una profunda invitación a la jornada de hoy: La reflexión.
Los cacharros siempre los ensucian los mismos, los políticos. Mientras no se depuren, entre savia nueva, que no esté contaminada y se mantenga así durante el tiempo en ejercicio, no levantaremos cabeza. Lo que estoy pidiendo parece razonable y deseable, sobre todo, estoy pidiendo un milagro...
Desde la esperanza, antes de morirme, quisiera poder escribir la entrada que tú, muchísimos más y yo deseamos, tenemos esa cita pendiente, amigo Manuel, ¡No te mueras mientras! jeeeeeeeeeeee...
Hasta mañana.
Saludo afectuoso.
Mari Carmen.
Mari Carmen, tu fe es de las buenas, de las que ya no se fabrican... Lo nuestro -pienso- no se soluciona con renovación juvenil, a no ser que estos jóvenes que entrasen trajeran la sangre cambiada. El problema no es generacional sino de sangre, así que lo tenemos difícil.
ResponderEliminarQue tengas un buen fin de semana.
Bueno, lo que he querido decir es que no puede seguir esta corrupción instaladas en las instituciones. Y me refiero a los que han metido la mano. No a los que son honestos. Que pueden ser jóvenes, maduros o viegetes, no es cuestión de edades, sino de moral, ética vulnerada durante mucho tiempo. Creo que tienes razón, no he precisado lo suficiente.
ResponderEliminarMuchos ya tienen la corrupción metidos en los genes, es un verdadero cáncer social y nos afecta por completo.
Gracias, Manuel por tu reflexión, acertada una vez más.
Que pases un estupendo domingo.
Gracias a tí, Mari Carmen, por mostrarnos tan abiertamente tu opinión.
EliminarHoy parece que nos da un respiro el tiempo, así que lo aprovecharemos.
Abrazos.