Se comprometieron -¡de boquilla, claro!-, a que esta
nueva cita electoral nos iba a costar menos.
Mientras lo decían, una sonrisa
felipista recorría el cenagal de sus labios.
De los que oían, pocos eran los que
les crían. Ni siquiera ellos lo hicieron, pero seguían contando la mentira a
todo el que le ponía un micrófono cerca.
Hoy he recibido el primer aviso. Es
el pistoletazo de salida del derroche. Tras él vendrán otros tantos. Ningún
partido se quedará sin arrimar un ascua a su sardina: ¡es tanto lo que se juegan y tan poco
lo que exponen!
Así que a partir de hoy nos
bombardearan con "sin líneas rojas" y falsas bajadas de
impuestos; al otra vez recurrente y tramposo "SÍ
por el cambio" (como si no estuviésemos escarmentados con el que nos
dio en los ochenta el representante petrolero de los jeques árabes); a los
desacertados corazoncitos frikis frigoleros, y al buenismo españolista
de los que nos son mejores que los peperos.
Si hay Dios en algún sitio, que nos
eche una mano a los que pasamos del cotarro electoral. La batalla por la
poltrona acaba de comenzar. Para sobrevivir, habrá que inmunizarse y ponerse a
cubierto del bombardeo demagógico. Nuestra salud psíquica así lo exige.
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