Han caído las primeras gotas de lluvia en la sierra y ya estamos haciendo cálculos para preparar nuestra subida al monte en busca de las primeras setas de la temporada. Después de las restricciones ha que nos hemos visto sometidos por los pasados años de sequía y el maldito COVID-19, pasar un fin de semana entre castaños, encinas, alcornoques y pinos, representa un formidable alivio para el ánimo.
Y es que en otoño, la tarea se nos acumula. Es el reencuentro con los colegas, con la madre naturaleza, la recogida de setas y frutos del bosque (castañas, bellotas, moras, madroños, etc.), la vendimia y, algo más tarde, la degustación de los primerizos caldos fermentados.
El otoño es una estación que promete, que subyuga, que enamora, a pesar de los ramalazos de tristezas que sobre algunas personas produce. Ya sólo falta esperar a que se cumpla el plazo que la naturaleza exige para cada actividad, mientras tanto, nosotros, los nostálgicos del monte preparamos nuestro ánimo y nuestros aperos, prestos a poner rumbo una pronta mañana hacia el destino de nuestros sueños.
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