A la tercera fue la vencida, la primera vez no pudo ser por no reunirse el número mínimo de personas que la bodega requiere para realizar la visita, la segunda fue anulada por el maldito COVID-19, pero como “el que la sigue la consigue”, a la tercera ha sido.
La visita comenzó a las 19.30 de una tarde no excesivamente calurosa. Nos recibieron en uno de los hermosos patios que la bodega posee, donde nos ofrecieron una copa de manzanilla “La Gitana” clásica de bienvenida, que preparó la boca para la cata que más tarde realizaríamos.
Luego pasamos a visitar otras dependencias de la misma, hasta llegar a un despacho donde se exhibían varios retratos de la gitana que sirve de modelo para la marca y las distintas botellas que habían servido para embotellar su emblemática manzanilla, en el que tras una extensa explicación sobre los inicios de la bodega, su fundador y su supuesto romance con la gitana malagueña, pasamos a la “Catedral” donde reposan las Manzanillas al frescor y la tranquilidad que este tipo de edificio proporciona. Una vez allí, y delante de las botas, expuso de una manera bastante acelerada y somera el recorrido de los vinos desde la recolección hasta el embotellado. Nada nuevo que añadir a lo ya oído en anteriores bodegas, en cierto modo me recuerdan a los guías turísticos, casi todos dicen lo mismo, se aprenden cuatro o cinco detalles anecdóticos que son los que luego te sueltan.
Una vez concluida la información nos dirigimos a una de las botas de la que nos dio a catar la misma manzanilla clásica del principio, pero esta vez en Rama y servida con venencia desde la misma barrica. Para mí fue lo mejor del acto, nadie podría decir que eran hermanas: ¡Qué olor!, ¡Qué vista!, ¡Qué gusto!
A continuación nos sirvieron –también en rama y de la bota, aunque esta vez con grifo- manzanilla pasada “Pastrana” que nada tenía que ver con la anterior servida con venencia, el gusto lo tenía sensacional pero carecía de los intensos olores a frutos secos y levaduras que poseía la anterior.
Degustadas estas dos manzanillas, salimos de la “catedral” y
nos instalamos de nuevo en el patio donde nos dieron a catar el Amontillado
Napoleón (soy un enamorado de los amontillados y he de reconocer que este está
soberbio) y el Cream Alameda, un vino que a muchos les gusta pero que tiene un difícil
encaje, tras lo cual, y después de más de hora y media de visita, nos fuimos
despidiendo del organizador del evento no sin antes agradecerle el rato que tan
profesionalmente nos había dedicado. Para concluir, decir que es una visita más
de las muchas que se pueden realizar a las bodegas de Sanlúcar de Barrameda,
pero para mí tiene algo que las otras que he visitado no tienen y considero
esencial: degustar una manzanilla en rama de la propia bota.
Manzanilla La Gitana” clásica ofrecida a la llegada
(5-6 años). Bastante aceptable y en consonancia con sus “hermanas” de la
competencia.
Manzanilla “La Gitana” en rama (5-6 años). Algo
inconmensurable. La proximidad a la desembocadura del Guadalquivir quizás sea
la clave de la consecución de esta manzanilla. La mezcla de olores es
desbordante: frutos secos a doquier, levaduras de pan, manzanas, ramillete de flores entre la que destaca la camomila, que luego en
boca siguen persistiendo, sobresaliendo entre ellos un fuerte toque salino
mezclado con un sutil gusto a almendras amargas. Para mí algo fantástico que debería
estar al alcance de nosotros en más de una ocasión.
Manzanilla pasada en rama similar a la “Pastrana”. La
que nos sirvieron vienen a tener de 7 a 8 años, que según nos informó el
anfitrión, es la que consumen los empleados. La sirvieron de la bota pero sin
venenciar, a través del grifo que tenía acoplado. Lo cierto es que esta no
presentaba en nariz los marcados olores de la anterior, ya sea por el efecto de
semiclarificación que produce servirla a través del grifo sin romper el “velo
de flor” -como sucede al hacerlo con la venencia-, o por los años de
“envejecimiento” que ha podido posibilitar la disminución de éste, el caso es
que siendo una gran manzanilla pasada carece de la nariz de la anterior.
Amontillado “Napoleón” (13-14 años). Bastante
aceptable, el olor y sabor a frutos secos y a maderas son agradablemente
perceptibles. Buena relación calidad/precio.
Cream “Alameda”. Curiosamente fue el más consumido de los dos, a pesar de que el grupo estaba compuesto por mitad mujeres, mitad hombres. Opino que un Cream tiene su momento (a quienes no le agrade la manzanilla argumentará lo mismo), y para mí, a las 9 y pico de la noche, después de tener en boca el regusto de las dos manzanillas y el amontillado, no era el instante más adecuado.
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