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miércoles, 8 de abril de 2015

Guiso de cabrillas



Vivitas y coleando







Son las primeras del año. Se han resistido pero al fin, con las esperadas lluvias de abril, hemos conseguido coger las suficientes cabrillas como para poder abastecer a todo el círculo de amigos y familiares, fervientes consumidores de estos cada vez más escasos gasterópodos, que de vez en cuando cocinamos y ellos, con sumo placer, degustan.
La escasez de precipitaciones ha hecho que estos animales se mantuvieran inactivos, escondidos entre el follaje otoñal, comiendo a placer y reproduciéndose a sus anchas, con lo cual, con estas primeras aguas de abril, la cantidad de ellas ha sido inusual comparada a la de otros años.
No se ha cerrado aún la temporada de las setas (gurumelos), espárragos, tagarninas, espinacas, borrajas, ect.,  y ya nos vemos enfrascados en una nueva tarea, la recogida de cabrillas, trayéndome al recuerdo algo que insistentemente me repetía mi padre cuando de pequeño andoleábamos el campo: “Hijo, si el hombre fuese inteligente y activo, tendría para vivir de la naturaleza todos los meses del año, sin necesidad de cultivo.” 


 
Cocinándose


Como buenos operarios, la tarea de captura (la más reconfortante) ya está realizada. Ahora queda la parte más ingrata: limpiarlas adecuadamente, hacer el refrito para conseguir una buena salsa, lograr el punto adecuado con las especias y, una vez finalizado todos estos pasos, el último y más reconfortante de todos ellos: envasar adecuadamente el guisoteo para distribuirlo entre el largo séquito de consumidores adheridos al club del cabrilleo. Un gran placer para nosotros, a pesar del esfuerzo realizado. 



 Resultado final








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