Es para felicitarse.
En la última subasta de deuda pública, celebrada el pasado jueves, el gobierno español ha colocado casi el doble de lo que tenía previsto, casi diez mil millones de euros.
En un principio, este dato sería para estar contento, ya que a esta gran demanda se le ha unido un leve descenso del interés que habremos de pagar por ella.
Pero no es este el caso.
No todo es tan bueno como parece y que el dato del jueves signifique una ligera mejoría en la visión mundial de nuestra economía, ni mucho menos, en la conclusión de los recortes sociales impuestos por el mercado.
Nada de eso.
La explicación está en el hecho de que los bancos, una vez reventada la burbuja inmobiliaria, han encontrado un nuevo filón donde hacer los negocios, y no es más que la compra de deuda pública soberana de los mismo países que ellos acosan, con el dinero que estos países inyectan para salvarlos de la quiebra, además del que les presta, a un bajísimo interés, el Banco Central Europeo.
Este dinero debería ser empleado para la reactivación económica de esos distintos países a través de la concesión de créditos a las pequeñas empresas, autónomos y familias, pero nuestros ambiciosos bancos, después de una política indecente de créditos basura, apuestan en estos momentos por “el negocio seguro”, y prefieren invertir “su capital”, en la compra de estas deudas estatales que les son más rentables y menos arriesgadas.
Si no, juzguen ustedes mismos.
El dinero se lo prestan al 1%, y ellos reciben un 4, un 5, y hasta un 6 por ciento por los intereses de estas inversiones magistrales que están realizando, algunas de ellas con vencimientos a tres y seis meses.
El negocio es redondo.
Cogen dinero -que no es suyo-, al 1%, lo colocan en esta nueva burbuja creada, y reciben, en unos pocos meses, unos altos beneficios que están endeudando, cada día más, la economía de estos países agobiados.
Mientras esto ocurre, las pequeñas empresas y autónomos se ven obligados a cerrar por falta de liquidez, debido a la negativa de estos bancos a concederles nuevos créditos y, hay que decirlo muy alto, a la fuerte deuda que mantienen organismos públicos estatales, autonómicos y locales, con estos pequeños empresarios. Conclusión.
Mientras al país se le agudiza, cada día más, la crisis económica.
Mientras miles de emprendedores se ven sin empresas y endeudados.
Mientras miles de trabajadores se ven abocados al paro.
Mientras las familias se quedan en la calle por no poder hacer frente a las hipotecas, los banqueros y los especuladores, han de estar frotándose las manos.
En la última subasta de deuda pública, celebrada el pasado jueves, el gobierno español ha colocado casi el doble de lo que tenía previsto, casi diez mil millones de euros.
En un principio, este dato sería para estar contento, ya que a esta gran demanda se le ha unido un leve descenso del interés que habremos de pagar por ella.
Pero no es este el caso.
No todo es tan bueno como parece y que el dato del jueves signifique una ligera mejoría en la visión mundial de nuestra economía, ni mucho menos, en la conclusión de los recortes sociales impuestos por el mercado.
Nada de eso.
La explicación está en el hecho de que los bancos, una vez reventada la burbuja inmobiliaria, han encontrado un nuevo filón donde hacer los negocios, y no es más que la compra de deuda pública soberana de los mismo países que ellos acosan, con el dinero que estos países inyectan para salvarlos de la quiebra, además del que les presta, a un bajísimo interés, el Banco Central Europeo.
Este dinero debería ser empleado para la reactivación económica de esos distintos países a través de la concesión de créditos a las pequeñas empresas, autónomos y familias, pero nuestros ambiciosos bancos, después de una política indecente de créditos basura, apuestan en estos momentos por “el negocio seguro”, y prefieren invertir “su capital”, en la compra de estas deudas estatales que les son más rentables y menos arriesgadas.
Si no, juzguen ustedes mismos.
El dinero se lo prestan al 1%, y ellos reciben un 4, un 5, y hasta un 6 por ciento por los intereses de estas inversiones magistrales que están realizando, algunas de ellas con vencimientos a tres y seis meses.
El negocio es redondo.
Cogen dinero -que no es suyo-, al 1%, lo colocan en esta nueva burbuja creada, y reciben, en unos pocos meses, unos altos beneficios que están endeudando, cada día más, la economía de estos países agobiados.
Mientras esto ocurre, las pequeñas empresas y autónomos se ven obligados a cerrar por falta de liquidez, debido a la negativa de estos bancos a concederles nuevos créditos y, hay que decirlo muy alto, a la fuerte deuda que mantienen organismos públicos estatales, autonómicos y locales, con estos pequeños empresarios. Conclusión.
Mientras al país se le agudiza, cada día más, la crisis económica.
Mientras miles de emprendedores se ven sin empresas y endeudados.
Mientras miles de trabajadores se ven abocados al paro.
Mientras las familias se quedan en la calle por no poder hacer frente a las hipotecas, los banqueros y los especuladores, han de estar frotándose las manos.
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