
El sol pica en los lugares del cuerpo que no van cubiertos; Sevilla tiene estos extremos, igual te hiela un día, como te puede achicharrar el siguiente. Ahora llega la temporada idónea para disfrutar esta provincia, cuando revienta la primavera, paseando por las calles de la ciudad, dejándonos embriagar por el olor de las cientos de flores de azahar que blanquean sus calles, o seducir con la grata visión de las numerosas macetas de claveles reventones y geranios multicolores, que adornan los balcones y las terrazas que nos encontramos. Comienza la temporada de hacer vida social en la calle; parar en El Salvador a tomar un par de cervezas con camarones observando el trasiego pre-cofradiero de la zona y el sutil olor de los primeros inciensos quemados. Desde allí podríamos dirigirnos (el inconfundible olor de su fritura nos guiará) a Blanco Cerrillo a tomarnos una tapa de boquerones en adobos, aunque sea a empujones, para encaminarnos más tarde a la calle Albareda, donde empezaremos la dolorosa faena en la Bodega Góngora con algún caldo de Villanueva del Ariscal y un platito de ortiguillas de Chipiona, pasando más tarde a la acera de enfrente, Casa La Viuda, en la que sirven un bacalao exquisito, y rematando la faena en la Bodega Barbiana (un trocito de Sanlúcar de Barrameda en Sevilla) donde, acompañado de una buena copa de manzanilla, degustaremos sus exquisitas tortillas de camarones y unas buenas "papas aliñás".
Esta fecha que se avecina, también es ideal para la salida a los alrededores; El Aljarafe está más que justificado, aunque tampoco está mal, darse una vuelta por la sierra norte, donde la implantación de la estación se hace más evidente, y en donde a muchos forasteros les costará creer que están realmente en Andalucía. Tanto en una zona como en otra, es ocasión para degustar las espléndidas carnes de la última matanza, y saborear los nuevos caldos que se pisaron a final de año, comprar productos de la zona y colaborar con las circunstancias para reconciliarnos de nuevo con la vida.
Hágase lo que se haga, lo cierto es que las lluvias nos han dado un respiro a los sevillanos, máxime si observamos las imágenes que nos ofrecen por televisión y comprobar cómo andan otras comunidades. Si Sevilla no existiera, habría que inventarla, por lo tanto, si Dios volviera a crear el mundo, seguro que no dudaría en instalar el Paraíso en ella. Y que me perdonen las demás hermosas aspirantes.
Hágase lo que se haga, lo cierto es que las lluvias nos han dado un respiro a los sevillanos, máxime si observamos las imágenes que nos ofrecen por televisión y comprobar cómo andan otras comunidades. Si Sevilla no existiera, habría que inventarla, por lo tanto, si Dios volviera a crear el mundo, seguro que no dudaría en instalar el Paraíso en ella. Y que me perdonen las demás hermosas aspirantes.
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