Subir a la sierra de Aracena siempre ha sido un placer para mí, pero en esta fecha se redobla el encanto. Pasear por sus bosques centenarios de castaños a la búsqueda de las esquivas setas que crecen alrededor de ellos, es todo un placer que nos pone al alcance de la mano nuestra Madre Natura.
Y después, cuando la mañana ha avanzado y el cuerpo pide nuevas satisfacciones, dirigirse a uno de los Mostos de la zona a cumplimentar las relaciones sociales con los amigos de siempre, y, acompañados de un buen vaso del líquido elemento, maridado con algún boletus o amanita caesárea a la plancha, dejar que transcurra el tiempo entre conversaciones triviales. Esto es estabilidad, esto es plenitud, confundirte con la naturaleza y sentirte parte de ella.
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