Riada de 1962, uno de los desbordamientos que anualmente producía el río Guadalquivir a su paso por la Vega de Triana.
No seré yo el que se atreva a negar el cambio climático, lo que sí me resisto aceptar son los fundamentos apocalípticos medioambientales de esa nueva secta fundamentalista que manipulan el tema para meter el miedo en los huesos, como si no tuviésemos bastante ya con el que tratan de inocular las diferentes confesiones religiosas.
Para los que contamos cierta edad esto es algo evidente. En algún post anterior ya hablé del tema. Cualquiera con un poco de memoria recordará que las estaciones de antes eran bien distintas a las de ahora: por ejemplo, los veranos eran potentes en calor –en especial el mes de julio-, pero a mediados de agosto casi finalizaba la canícula, dejándonos las primeras lluvias tormentosas que inauguraban la campaña de impermeable y paraguas.
El invierno era frío y persistente, precedido de un otoño borrascoso que regaba la tierra lentamente, hora tras hora, día tras día, semana tras semana, tanto es así que la equipación protegelluvias formaba un todo con el ciudadano precavido. Casi nunca llovía torrencialmente, las anuales riadas que afectaban a la ciudad eran producto de las incesantes aguas que caían sobre ella. Los ríos y arroyos no eran capaces de canalizar los miles de litros recibidos, y los depósitos subterráneos se llenaban del preciado líquido, tanto es así que no recuerdo haber utilizado cantimploras en mi juventud cuando salía al campo o a la sierra en primavera y verano. Los manantiales brotaban por doquier llenando los verdes prados de serpenteantes arroyuelos de plateado color, donde podíamos saciar nuestra sed sin necesidad de recurrir al, hasta hoy, preciado cacharro.
Es evidente que con estas premisas sería absurdo negar que la climatología no se parece en nada a la de antes, pero de ahí a aceptar que es algo nuevo, exclusiva de los tiempos que vivimos, y para más inri, afirmar -como hacen estos agoreros actuales- que somos nosotros los que estamos interviniendo en ese cambio, va un largo trecho. Los que conocen algo de historia saben que el clima nunca ha sido estable, a lo lago de su existencia ha pasado por decenas de estadios, pisando el hombre la tierra y también cuando no existía. Puedo admitir que nosotros ahora estemos colaborando en su proceso, pero lo que me cuesta creer es que seamos tan importantes como para influir activamente en su evolución, o al menos yo, ese honor se lo dejo a los profetas del miedo, que por cierto, son los que más viajan, iluminan y acondicionan climáticamente sus viviendas, etc. De contradicciones está lleno el mundo.
Esta riada es de 1947
Estas dos últimas son del año 2000. Nos muestra cómo aún en dicho año permanecía con buena salud una laguna formada en una antigua gravera en Sevilla Este, a pesar de la presión que ejercía sobre ella el parque acuático levantado a su lado. Hoy está completamente seca y ni siquiera en invierno aparece con algún rastro de agua.
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