Hablar de política, después de
unas reparadoras vacaciones, es zambullirse sin contemplación en la charca
ponzoñosa donde retozan los cerdos, ¡y que me perdonen los de cuatro patas!, que no sé quién fue el
desatinado responsable de poner nombre a los animales.
Como comprobarán por lo publicado
a diario, la política que se origina hoy día –tal vez sería más correcto
denominarlo politiqueo-, es algo que intento esquivar, pero de vez en
cuando soy incapaz de no entrar al trapo, y es que el capote es tan rojo y
tentador que si no embisto reviento.
Es lo que me ocurre con el galimatías lingüístico que
determinados partidos ligados a la supuesta izquierda emplea a la hora de
dirigirse al personal, lenguaje que está –incluso- contaminando a los
arcaizantes miembros de la derecha tradicional.
Su origen procede de un partido
que hace bastantes años que perdió el norte y, lo que es más grave, la
ideología, y de un tiempo acá trata de llenar ese vació con frases y palabras
huecas para contentar al personal, y que en ocasiones les llevan al extremo de
enfangarse en el ridículo.
Todo lo empezó una pavisosa que,
para quitarse el aburrimiento que le producía la indiferencia de su presidente
marido, decidió meterse en política, y soltó aquella sonora pedrada de miembros
y miembras, y los suyos, en lugar de corregirla dijeron que por qué no,
que ya estaba bien de machismo y que había que darle un giro al lenguaje,
aunque con ello se destrozaran las más elementales normas de gramática.
Luego vino otra fenómena a la que
ese mismo partido colocó en un ministerio que se esforzaron en denominar
rimbombantemente de Igualdad, y para justificar su generoso sueldo, se esforzó
un día y escupió aquella aportación académica de jóvenes y jóvenas, y
como ocurrió con la primera dama de España metida a política, todo el partido
salió en tromba a defenderla y a manosear en su justificación los atenuantes
que conlleva la convivencia machista.
A partir de ahí –y ante la cada
vez más falta de ideas para mantenerse activo y necesario-, se precipitó el
cataclismo verbal, y hoy soy incapaz de oír la televisión o la radio y no
terminar con una otitis y una cierta descomposición estomacal. Lo peor del caso
es que la enfermedad es contagiosa. Todo el que se cree de izquierdas se ve
obligado a secundar esta perorata –bueno, menos cuando se le va la olla y se
olvida del guión-, tanta es la infección que a llegado a afectar a algunos
hablantes derechones.
Yo estoy hecho un lío. De momento
sólo les han dado por afeminar sustantivos medio aceptables, que aunque mal
dichos, uno sabe a qué y a quién se refieren, pero mi temor va más allá, cuando
-como nuestra Presidente pretende-, el tinglao palabrero se fomente en las
escuelas de nuestra Andalucía, ¡con el trabajo que nos estaba costando hablar
medio bien! El resultado puede ser tremendo. Hasta ahora habíamos ido
campeando el temporal de la mejor y más divertida manera, pero a partir de aquí
no sé por donde saldrá el experimento de cambiar géneros. A ver cómo se las arreglan para casar determinados sustantivos, y si no al siguiente listado (son
algunos ejemplos) me remito:
- Orco-Orca
- Foco-Foca
- Caballo-Caballa
- Huevo-Hueva
- Pollo-Polla (con perdón)
- Pito-Pita
- Pelo-Pela
- Puerto-Puerta
- Cuadro-Cuadra
- Llanto-Llanta
- Tubo-Tuba
- Punto-Punta
- Cero-Cera
- Libro-Libra
- Caro-Cara
- Cochero-Cochera
- Muñeco-Muñeca (del brazo)
- Caso-Casa
- Mango-Manga
- Cazo-Caza
- Pasto-Pasta
- Cuerdo-Cuerda (utensilio para atar)
- Ruedo-Rueda
- Palo-Pala
- Pisto (comida)-Pista
- Etc.
¡Que Dios nos coja confesados, y machista el último!
No hay comentarios:
Publicar un comentario