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martes, 6 de marzo de 2012

La Vega de Triana: Riada de 1960





Esta es una imagen de la riada que se produjo en diciembre de 1960, en la que se puede ver inundado, al completo, el barrio llamado, “Vega de Triana”, situado entre el muro de defensa y la margen izquierda del nuevo cauce del Guadalquivir, al final de la calle Manuel Arellano y los dos puentes de hierro del Patrocinio, justo enfrente de la actual barriada de Santa Ana, en los terrenos de la denominada Haza del Huesero, nombre que le vino dado porque en el lugar hubo un “juano”, pequeña fábrica de abonos, donde se quemaban los restos de los animales sacrificados en el matadero.

Los habitantes de este modesto barrio estaban acostumbrados a que todos los años el río se desbordara, comenzando a penetrar las aguas por un desnivel existente entre “El Charco de la Pava” -otro asentamiento modesto que se hallaba algo más al sur, en el antiguo camino de las Erillas, en la continuación de la avenida de Coria- y la Vega de Triana, donde, debido a la extracción de tierras con destino a la fabricación de ladrillos de barro en los tejares, se había formado un gran barranco que llegaba casi a las puertas del barrio.

Siempre ocurría igual. Durante el día corría la noticia de que el río venía muy crecido y desde entonces se mantenía una prudente vigilancia para que la riada no los cogiera por sorpresa, algo que ocurría –como casi todos los sucesos desagradables- a media noche, cuando el desalojo hacia los lugares de refugio se hacía más dificultoso.

Localización de algunos puntos de la fotografía:
  • En la parte inferior derecha se aprecia un trozo del muro de defensa -actual carretera que une la Isla de la Cartuja con Tablada-, desde el que se realizó la fotografía.
  • En la inferior izquierda y central, el citado barranco donde se extraía la tierra con la que se hacía el barro para fabricar los ladrillos.
  • Frente a él, el antiguo “Huerto de Miguel”, que en el año de la fotografía se había reconvertido en un tejar de ladrillos, cuyo propietario era llamado “el Calentito”.
  • Cercano a él había dos tejares más: el de “el Jorobao” y el del “Pati”, cuya vivienda hacía esquina con la calle Ancha (arteria principal del barrio)
  • En la primera línea de viviendas, la llamada calle San José (digo llamada, porque las calles no tenían, “oficialmente” nombre, aunque todas eran conocidas por alguno) dos de las pocas casas que se levantaron de más de una planta: la de la citada calle, con balcón y una ventana, de dos plantas, pertenecía a María la “panaera”, que en un habitáculo de la planta baja tenía montado un despacho donde distribuía este indispensable alimento.
  • La de la izquierda –y más alta-, ya en la calle Ancha, la vivienda que era conocida por el trágico suceso de la lotera -en la que una vendedora de loterías, que hacía su negocio con participaciones “falsas”, hasta que tuvo la mala fortuna de que tocara y no pudo hacer frente al problema-, se tiró desde la azotea, al verse descubierta en el engaño.
  • La del fondo, justo casi en línea con el poste del alumbrado y cercano al puente, la casa del "practicante".
  • A la izquierda del Huerto de Miguel se puede ver un tejar de mucha más importancia, localizado en la margen derecha del río, próximo a la Vega del Rey, en el lugar conocido como “Las Lomas”.
  • Un poco a la derecha de la chimenea de éste tejar, se aprecia a la perfección el Cerro de Santa Brígida, en la localidad de Camas, lugar en el que durante muchos siglos se le rindió culto a la santa irlandesa, Santa Brígida.
  • Y por último, completamente al fondo de las casas, el puente de hierro del Patrocinio, que cruzaba el río en dirección a la Pañoleta. Fue una pena que lo destruyeran -junto con el puente hermano que servía para el cruce del tren-, en las obras que se ejecutaron con motivo de la Exposición Universal del 92, ya que estaba construido con la misma técnica que la torre Eiffel.



Calle Ancha de la Vega de Triana




Para finalizar, y a la vista de la confusión que existe sobre la denominación, y dónde estuvo enclavado cada asentamiento, incluyo una fotografía del lugar donde se localizaba la Vega de Triana (Haza del Huesero) y el Charco de la Pava. El primer asentamiento era mucho más poblado, mientras que el segundo se limitaba a una sola calle que creció junto a la conocida “Venta del Charco de la Pava”, en el camino de las Erillas, que llegaba hasta el embarcadero que cruzaba hasta la otra orilla del río.
El recinto número uno era el área que acogia, aproximadamente, la denominada "Vega de Triana", la Haza del Huesero, y el número dos correspondía al "Charco de la Pava", una sola calle con una sóla hilera de casas.







Esto era "El Charco de la Pava", unas pocas casas que crecieron alrededor de La Venta del Charco de la Pava, en el camino de La Erillas.



Otra imagen más reciente del Charco de la Pava, donde ya se vislumbran los primeros edificios de la cornisa de Tomares.



lunes, 5 de marzo de 2012

La Ermita de Santa Brígida, en el cerro del mismo nombre, Camas (Sevilla)



El cerro de Santa Brígida, en el término de Camas, visto desde su vertiente este



El cerro de Santa Brígida, visto desde su vertiente sur


Se desconoce cómo llegó a Sevilla el culto a Santa Brígida, una santa caritativa nacida en Irlanda a mediados del siglo V y fallecida en el año 525. Como otras muchas cosas, se supone que llegaría a través del río, verdadera vía de comunicación para la entrada de mercancías e ideas en la Sevilla de aquella época.

Las primeras referencias que tenemos sobre ella la encontramos en el arrabal de Triana. Se sabe que la santa tuvo ermita en la Huerta de la Zanja, en plena arteria de comunicación con la zona oeste (Huelva, Badajoz, etc.), actual calle de Castilla, y en el mismo solar que ocupa la iglesia de la O.
Compartía espacio Santa Brígida con las santas Justa y Rufina, y más tarde, en 1566, con la virgen de la O, hermandad con la que terminaría fusionándose en 1572, acción que determinó el derribo de la antigua ermita en 1697 para levantar el templo que hoy se mantiene.
  
 
 En este mapa que confeccionaron en 1588 George Braun y Franz Hogenberg para el "Civitis Orbis Terrarum", podemos apreciar en la parte superior izquierda la existencia de la citada Ermita.   
 
 
Esta es una imagen ampliada del mismo mapa
 
 
 

La primera noticia sobre el cerro de Santa Brígida -el punto más alto de la meseta del Aljarafe, 115 metros, y visible nada más cruzar el puente del Alamillo- no aparece hasta 1491, en la que un documento del Archivo Municipal de Sevilla nos informa del pleito que sostuvo la ciudad con el jurado Francisco Marmolejo, por haber ocupado éste algunas tierras que no le pertenecían, y por donde pasaba un camino que llevaba hasta el citado lugar.
De lo cual se deduce que el culto a la santa ya existía a finales del siglo XV en este emplazamiento de Camas y que, se sospecha, fuese la reutilización de un antiguo morabito musulmán, y a su vez, antes, un santuario tartésico que competía con el fenicio del próximo cerro de El Carambolo.
Otra referencia la encontramos en un texto del cronista de la ciudad, Juan Mal-Lara, donde nos narra que en una excursión realizada en 1570 por el rey Felipe II por los alrededores de Sevilla, sintiendo curiosidad por el cerro y la ermita que se encontraba en su cumbre, decidió subir a visitarla.
Más tarde, en los documentos de un Padrón realizado en la localidad de Camas, en el año 1636, aparece que en la citada ermita de Santa Brígida, “que está en lo alto de un cerro redondo, en el término de Camas, es ermitaño Pedro Gómez, que lleva los hábitos de señor San Pablo”, y una nueva noticia, en 1640, nos informa que el ermitaño Francisco Barbosa, procedente de la citada ermita, ha recibido sepultura en la iglesia de la localidad.

El cenobio estaba cuidado por estos eremitas y se mantenía sólo de la caridad popular, la cual era tan escasa que, a veces, apenas si daba para encender las velas del culto, y menos, para el aceite con la que poder iluminarla.
El cuerpo de la misma era de una sola nave. A la izquierda de la entrada principal se encontraba una sala que servía de aposento para los ermitaños; a la derecha estaba el altar, presidido por una imagen de la virgen de la Candelaria, de estatura normal y bello rostro, con el niño en los brazos y una vela en la mano derecha, signo de su advocación, vestida de tafetán azul muy usado, y una corona de corcho dorada.
Morgado afirmaba que esta imagen procedía de la capilla del Patrocinio, en el arrabal de Triana, trasladándose en 1792 a la ermita de Camas, sustituyendo a una anterior que se encontraba bastante deteriorada.
Acompañaba a la virgen de la Candelaria una imagen de madera de Santa Brígida, vestida con ropas doradas y de una presumible antigüedad. Pasado los años se incorporó un San Gregorio Papa y un San Blas, los dos de madera, dos candelabros del mismo material, pintados de jaspe, un atril y una cruz, también de madera blanca, además de una lámpara de azófar y un esquilón grande que colgaba de las vigas del techo.

Era tal la pobreza de la citada ermita que no tenía ni libros, ni misal, ni cáliz para el culto, viéndose obligados a pedirlos prestados a la iglesia de Camas cuando querían celebrar misa.
Esta pobreza también afectó a la construcción del edificio y a su mantenimiento, el cual siempre estuvo expuesto a la ruina, situación que llegó a ser de total deterioro a mediados del siglo XVIII, en el que la ermita quedó completamente destruida.
Pero quiso el destino que, una vez más, una nueva congregación se instalara en el lugar y emprendieran la rehabilitación del derruido edificio. A finales de este siglo, 1796, los ermitaños de San Antón Abad se harían cargo de levantar las nuevas paredes, y de recuperar los pocos bienes desperdigados fuera del santuario, al frente de los cuales se encontraba el hermano mayor -y verdadero artífice del proyecto-, José del Santísimo Sacramento y cinco ermitaños más.
Entre las reglas de estos anacoretas destacaba el estricto voto de pobreza, renunciando, por Cristo, a todas las comodidades que les ofrecía la vida terrenal. Así, entre sus haberes se encontraban:

  • Un cañizo para la cama.
  • Tres mantas.
  • Una almohada rellena de paja.
  • Una mesilla.
  • Un puchero.
  • Un candil.
  • Un cántaro para el agua.
  • Un jarrillo.
  • Un dornillo.
  • Las herramientas propias para el trabajo.
  • Algunos libros espirituales.
El vestido, pobre y tosco, se componía de dos túnicas de paño vasto y ordinario, una de color de lana, la otra, blanca, una camisa que no fuese de lienzo, un cinturón con el que poder ceñírselo, más un escapulario. El calzado se limitaba a unas simples alpargatas de cáñamo o esparto, en las que irían los pies desnudos, ya que no estaba permitido llevar ni medias ni calcetas.
Otras reglas a las que se acogían eran las de obediencia, abstinencia, ayuno y mortificación.

Entre rezos, meditaciones y esforzado trabajo, las vicisitudes de la ermita –y de los propios ermitaños-, transcurre entre grandes dificultades y estrecheces.
En 1804 se realiza una nueva reedificación del edificio, obra que no llegaría a concluirse debido a la ocupación napoleónica de la ciudad, y la utilización de éste, por los soldados gabachos, como enclave militar, debido a su situación estratégica sobre toda la vega de Triana.
Terminada la ocupación francesa, la ermita queda prácticamente destruida. En 1864, hay un nuevo intento de levantarla, pero a causa de los altos costes que suponía el acarreo de material hasta el cerro y, sobre todo, la disconformidad del propietario del terreno para que el proyecto se realizase, hicieron que no se llevara a cabo y la ermita, desde entonces, dejó de coronar el cerro al que le dio nombre.
Tras la destrucción de ésta, los vecinos de Triana recogieron la imagen de la Candelaria, pero más tarde, los habitantes de Camas la reclamaron y las autoridades eclesiásticas se la concedieron, pasando a formar parte de la iglesia de Santa María de Gracia, lugar en el que también se encontraba la imagen de Santa Brígida.
Durante los siguientes años, este cerro pasaría por diferentes propietarios, construyéndose, en el lugar que antes ocupara la ermita, primero, una casa para acoger las labores propias del campo, y más tarde, una vivienda que ha durado hasta el tercer cuarto del siglo XX, y que ha imposibilitado el hallazgo de restos de la citada ermita y de los posibles antiguos oratorios que se establecieron en la cima del cerro. Por último, para acabar con la última huella que quedaba del lugar, el actual Ayuntamiento de Camas ha construido un bello mirador sobre el cerro, teniendo la poca visión de no integrar en el mismo el suelo de la vivienda que aún era visible, el cual daría una pista de la ubicación de la citada ermita y de sus posibles dimensiones. También falta un cartel donde se nos dé una breve información sobre la historia del citado edificio y de los eremitas que lo habitaron.

Esta fue la última vivienda que hubo en el Cerro



Esta es, resumida, la escabrosa vida de la ermita de Santa Brígida y Nuestra señora de la Candelaria que fue refugio y lugar de meditación y reposo de un puñado de ascetas cristianos.
Las tallas de la virgen y la santa, se encuentran hoy en la iglesia de Santa María de Gracia, en la localidad de Camas, donde aún se le sigue realizando culto. Desde 1993 -el primer domingo de octubre-, se ha vuelto a recuperar la peregrinación que todos los años celebraban los fieles de la santa, los días uno y dos de febrero, a lo alto del cerro, un lugar cercano al cielo que utilizaban estos sirvientes de la Fe para la meditación y el recogimiento, antaño, y hoy, a los que se atreven a subir a su empinada sima, como balcón para la contemplación de la agitada y bella Sevilla.







Actual mirador en el espacio que ocupaba la antigua ermita




Romería de Santa Brígida. Se celebra el primer domingo de octubre



Romeros de la localidad de Camas, transportando la imagen de Santa Brígida a la cima del cerro.





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